Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

Con la llegada de Lula a la Presidencia de Brasil a partir del próximo primero de enero, avanza una correlación de fuerzas políticas en América Latina que favorece a las izquierdas. México, Honduras, Bolivia, Colombia, Argentina, Chile y ahora Brasil conforman este nuevo bloque. Cuba obviamente está en él, con toda la consecuencia histórica que ha caracterizado al Partido Comunista de dicho país, lo que les permite mantener valientemente su posicionamiento, al mismo tiempo que habrán de avanzar en la reforma económica que les permita seguir construyendo el socialismo, superando sus rezagos estructurales. Perú es difícil definir donde se encuentra, aunque sin duda no está en la derecha. Y Nicaragua, con una posición anti norteamericana, se autodefine de izquierda, pero su práctica política es controversial, palabra que utilizo para no tener que descalificarlo por completo.

La principal explicación de esta nueva correlación de fuerzas políticas continentales es el agotamiento del modelo neoliberal. El hartazgo de los pueblos es la manifestación más evidente de ello. Pero, aclaro, este agotamiento no es pleno. No se pueden ignorar los cambios estructurales que produjeron en los diferentes países y en el mundo, a lo largo de sus 40 años de hegemonía. Quienes lo dan por muerto y enterrado a partir de esta nueva correlación de fuerzas, simplemente están actuando con una peligrosa subjetividad que cierra los ojos ante la magnitud de los cambios estructurales referidos.

Pero, en todo caso, las izquierdas tienen una oportunidad histórica en Latino América. La crítica reiterada al neoliberalismo ya es redundancia al extremo. La prioridad es, sin duda, construir un modelo alternativo que no sea utópico, pero sin renunciar a las utopías, aunque esto pueda sonar incoherente. Por eso, los gobiernos “progresistas” tienen una tremenda responsabilidad. Si no logran avanzar por el rumbo mencionado, el ejercicio de su función sólo tendrá como resultado la frustración de las masas y la búsqueda de opciones de extrema derecha, avanzando por el camino del fascismo.

Por eso, es pertinente aportar ideas sobre los principales retos que deben superar las izquierdas. Y esos son, al menos tres.

Lo primero que hay que reconocer es la polarización política existente. AMLO, el Presidente mexicano, fue un triunfo excepcional porque arrasó electoralmente, Y, lo que es todavía más importante, conserva una sustancial simpatía popular, pese a los neuróticos esfuerzos de las derechas, las empresariales y las clases medieras reaccionarias, por desgastarlo. Pero lo predominante es que las izquierdas ganen las contiendas electorales con poco más de la mitad de los votos. Esto significa que les corresponde reconocer la limitación política de su triunfo, razón por la cual fueron sabias las palabras de Lula en su primer discurso después de ganar las elecciones, cuando dijo: “Gobernaré para todos los brasileños”. El primer gran reto es convertir esa escasa diferencia con la cual ganaron electoralmente en un proceso de “agregación” de actores a los proyectos de transformación que aspiran impulsar.

El segundo reto sustancial es ser fieles seguidores del principio de igualdad, que es el elemento más relevante que las define, en medio de su diversidad. El día que una izquierda renuncie a tal postulado como un horizonte necesario, dejará de tener tal calidad ideológica.

Y el tercer elemento, sin que esto signifique que se agota con ello la caracterización de las izquierdas, es su unidad continental. Se impone la necesidad de fortalecer con visión estratégica los procesos de integración regional y de construcción del multilateralismo institucional.

Me parece que superar esos retos es la prioridad para gobernar transformando.

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