Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

A las crisis sanitaria, energética y financiera se sumarán la estanflación y la hambruna. Son tantas las malas noticias, que a los ciudadanos les da igual saber cuál de todas se los llevará a la tumba. Intuyen que la situación está mal, muy mal, y que se pondrá peor. Por ello, las revueltas insurreccionales en Indonesia, Ecuador, Argentina y un largo etcétera. Son las masas depauperadas levantándose contra las élites corruptas que se ceban con el erario público, provocando hambre, miseria y muerte, destruyendo la institucionalidad, la democracia y la justicia.

Según los expertos, la estanflación surge cuando la economía de un país, de una región o del orbe, se encuentra estancada, y a la vez se encarece el costo de vida, motivado por una elevada inflación. Esta combinación provoca el empobrecimiento de la población y el desempleo. Su origen data de un discurso frente a la Cámara de los Comunes, que diera en 1965, el por entonces ministro de finanzas británico, Ian McLeod.

El estancamiento económico produce un elevado desempleo, a la vez que desciende el Producto Interno Bruto (PIB). El ingreso de las familias se reduce por el deterioro que experimentan los salarios, a la vez que otros se van al paro y dejan de percibir ingresos.

Por su lado, la inflación hace que a esa situación de escasez de recursos se le sume el alza en los precios, que incrementa esta escasez. De manera que los ciudadanos tienen menos poder adquisitivo, pues no solo cobran menos, sino que también pueden comprar menos por la inflación y el alza que esta supone.

En cuanto a la recuperación de la economía, el proceso será muy lento, pues un gran porcentaje de las empresas se encuentran estancadas, a la vez que retomar su producción es un proceso muy complicado por las consecuencias de la propia inflación que acompaña a esta situación previa. Además, se han roto las cadenas de suministros, el transporte está descontrolado, y la situación en los puertos y aeropuertos es anárquica.

En suma, nos lloverá sobre mojado, ya que la situación adversa se alargará, cuando menos, una década, pues la pandemia no cede, y el Coronavirus muta rápidamente, reduciendo la efectividad de las vacunas, provocando recesión.

Este conjunto de factores, sumados al cambio climático y la guerra en Ucrania, han provocado que el espectro de la hambruna se cierna sobre el mundo. Según la ONU, “el número de personas que padecen hambre en el mundo aumentó hasta alcanzar los 828 millones de personas en 2021, lo que supone un aumento de unos 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde el brote de la pandemia de la enfermedad por coronavirus”.

En la edición de 2022 del informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” (SOFI) se presenta información actualizada sobre la situación de la seguridad alimentaria y la nutrición en todo el mundo, incluyendo recientes estimaciones sobre el costo y la asequibilidad de las dietas saludables. En el informe también se plantean propuestas para reorientar las formas en que los gobiernos actualmente apoyan a la agricultura para reducir el costo de las dietas saludables, considerando los limitados recursos públicos disponibles en el Tercer Mundo.

El Informe de Naciones Unidas reporta que “En 2020, casi 3,100 millones de personas no pudieron permitirse mantener una dieta saludable, es decir, 112 millones más que en 2019, lo cual refleja los efectos de la inflación de los precios de los alimentos al consumidor derivada de las repercusiones económicas de la pandemia del COVID-19 y las medidas adoptadas para contenerla”.

El dato más grave es que “Alrededor de 2,300 millones de personas en el mundo (29,3%) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, esto es, 350 millones de personas más que antes del brote de la pandemia del COVID‑19. Cerca de 924 millones de personas (el 11,7% de la población mundial) afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, lo que supone un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.

En ese contexto mundial, en Guatemala se esperan 4.6 millones de personas en situación de crisis o emergencia de inseguridad alimentaria aguda para el período de mayor hambre estacional, de junio a septiembre de 2022, según el Sistema de la Integración Centroamericana, una prevención extremamente alarmante.

La incompetencia y la corrupción rampante impiden que millones de niños crezcan, aprendan y se desarrollen por el hambre y la pobreza. El Pacto de Corruptos, además del dinero, se roba el futuro de las nuevas generaciones. ¿Cuántos niños muertos más se necesitan para volver a indignar a la ciudadanía, como en 2015, y sacar del gobierno a los que matan por hambre? Ese día llegará, estoy seguro.

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