Polibio, en el siglo II antes de nuestra era llamó oclocracia al gobierno de los peores.
Con frustración y vergüenza vemos cómo pretenden situarse en los puestos de gobierno con la bendición del venal Tribunal Supremo Electoral, a muchos oportunistas que, ni en el fondo ni en la forma, han dado muestras de ser idóneos para ejercer el difícil oficio de gobernar. Si alcanzan un hueso, conformarán un gobierno de los peores, como lo describió Polibio, un personaje importante en Grecia a quien los romanos tomaron prisionero y se lo llevaron. En Roma pudo continuar su investigación acerca de las formas de gobierno, en ella descubre que los gobiernos experimentan una inevitable evolución encaminándose hacia la decadencia y la muerte.
Se conocen casos de derrumbamiento fuera del ciclo, pero esto no corresponde a la ley natural de los gobiernos. Para Polibio no había duda, la primera etapa en la vida de la polis o ciudad, se inicia cuando los ciudadanos confían el poder a una sola persona originando la monarquía. Con el paso de los años la monarquía se convierte en tiranía, lo que mueve a los mejores ciudadanos a unirse y sustituirla. Con su organización dan origen a la aristocracia o gobierno de familias. Esta nueva élite gobierna hasta que su ambición convierte el noble oficio de servir a la sociedad, en el criminal comportamiento de servirse de ella. Esta situación impacta en los demos o integrantes del pueblo, quienes deciden realizar un cambio de autoridad, eligiendo a sus representantes para que asuman el poder; así surge el modelo de gobierno llamado democracia. De la decadencia y corrupción de la democracia surge el gobierno de los peores, lo que Polibio denomina oclocracia. La Historia ha dado apoyo a la tesis de Polibio con el auge y decadencia de muchos imperios. Polibio sostiene que Roma pudo construir una serie de gobiernos que se comportaron siguiendo esa secuencia, gracias a que existía una armoniosa diferencia entre el poder personal del emperador, las familias nobles y el voto popular, todo esto resultó ser totalmente cierto, hasta que apareció el cristianismo con su idea del ser humano como persona y no como ciudadano.
Esto es algo que no es evidente para todos en Guatemala y que se ha agudizado en este proceso electoral. Los políticos y sus partidos dejando al margen la recomendación bíblica de amaos los unos a los otros, están conformando un entorno de odio y no de amor, saturado con mensajes evidentes y subliminales de odiaos, acusaos, vilipendiaos y denigraos los unos a los otros, produciendo una inversión total del principio que Jesús dejó a sus discípulos. Este nuevo mandato, no siempre evidente en forma oral u escrita, es esgrimido por los políticos en su desesperación por conquistar ese bien que consideran su mayor éxito, el poder.
El fracasado y muy publicitado proceso democrático de Guatemala, que surge después del violento período de la lucha armada con su secuela de gobiernos militares, se inicia con la firma del tratado de Paz Firme y Duradera, posteriormente la conformación de una asamblea constituyente que redacta la nueva Constitución de la República en 1985. Al tenor de esa nueva Constitución y bajo la dirección de un ejemplar Tribunal Supremo Electoral, se realizaron las primeras elecciones generales iniciando la nueva era democrática, durante la cual doce personas han ocupado la presidencia con períodos completos o parciales, estos presidentes cada vez más corruptos e ineptos, han asfaltado el camino para enrumbarnos al actual estado de oclocracia, con lo que estamos imitando el ambiente que ha originado todas las dictaduras en América Latina, cuando los gobiernos corruptos y violadores de los derechos de las personas, se constituyen con lo peor de la sociedad, llegando a la oclocracia.
Esto obliga a la ciudadanía a solicitar gobiernos de mano dura. Demanda popular que motiva a los partidos políticos para acondicionar su discurso y ofrecerla, sin saber que están estructurando una dictadura, un gobierno unipersonal que abrirá un nuevo ciclo descrito por Polibio. En Latinoamérica esta situación ha sido muy bien aprovechada por el movimiento populista para deslumbrar a las masas, estableciendo dictaduras popularmente electas que se entronizan en el poder. Los gobiernos populistas no se presentan como dictaduras, sino como gobiernos democráticos y populares con su fanático rechazo del saco y la corbata, su conversión del Congreso en un vulgar circo y el enriquecimiento en forma ostentosa y criminal.
Estamos en la última etapa del recorrido descrito por Polibio, este es el fin del ciclo y uno nuevo se abrirá con un gobierno dictatorial, que puede ser encabezado por alguno de los egotistas aspirantes, entre los cuales muy pocos reúnen condiciones para considerarse embriones de dictador. Es posible que se deba esperar un período más de gobierno para iniciar un nuevo ciclo, si los dueños del país no alteran el orden constitucional instalando una dictadura para romper la oclocracia.