Sandra Xinico Batz

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Sandra Xinico Batz

¿Por qué insistimos en hablar de racismo? Porque es un problema que cotidianamente nos golpea y contra el que luchamos día a día. La minimización de la complejidad del racismo ha sido intencionada, si un problema se considera no “tan” importante su solución se postergará una y otra vez, principalmente cuando estamos del otro lado, de quien ejerce el racismo sobre otras, otros, que difícilmente aceptará (por voluntad propia) que lo está ejerciendo y que esto es un problema.

Se suele pensar que el racismo hace referencia solamente al maltrato hacia los indígenas, buscando con esto obviar que el racismo se trata de poder, de un proceso histórico en el que se han generado las condiciones para su reproducción, ya que con ello se garantiza la subalternidad de los pueblos originarios, lo cual permitirá su explotación, sometimiento y empobrecimiento, sin que esto se perciba como un problema, ya que su normalización justifica que es el lugar que socialmente deben ocupar, pues son personas inferiores que están donde se “merecen” estar.

Por supuesto que todo esto se vuelve aún más complicado, cuando además de tener que lidiar con el racismo, también debemos hacerlo con la misoginia y el clasismo. ¿Cómo reconocer la gravedad de un problema si ni siquiera somos capaces de reconocer que es un problema? ¿En qué espacios de la sociedad dialogamos sobre racismo si estamos hablando de una sociedad que se resiste a reconocer que este existe?

Abolir el racismo requiere de múltiples esfuerzos, de acciones contundentes, de transformaciones que permitan a los pueblos condiciones dignas de vida. Desde el racismo se ha construido institucionalidad y políticas, por ende, este no desaparecerá porque los pueblos “mejoren” su autoestima. La consolidación del racismo requiere de un andamiaje que le permita legitimidad para seguirse reproduciendo sin que haya resistencia a esto, tienen que ver en ello la educación, la iglesia, las leyes, las distintas instituciones sociales.

La violencia hacia los pueblos mayas toma una dimensión exorbitante cuando le sumamos a esta las otras violencias. El desprecio hacia las mujeres mayas está a flor de piel, la sociedad guatemalteca tiene como principio el “como te veo te trato”, lo cual quiere decir que si te veo como “mujer india pobre” se triplicará mi desprecio hacia ti. La violencia que las mujeres mayas vivimos por portar nuestra indumentaria es solo una parte del problema; el valor de nuestra ropa no radica en su precio económico, es sumamente racista y clasista pensar que solo porque nuestra ropa es cara merecemos ser tratadas con dignidad y que si mis cortes y huipiles son desteñidos esta es una señal de que no merezco respeto, de que mi vida y mi dignidad no tienen valor, que puedo ser humillada y violentada, de todas formas aunque existan leyes no habrán consecuencias.

No es la primera vez que una figura pública ha cometido racismo, tampoco es la primera vez que se buscará que este delito quede impune. Codisra es cómplice de que el racismo se naturalice.

Estamos hartas.

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