Juan Francisco Sandoval Alfaro

Abogado y notario, ex jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI), del Ministerio Público (MP), la cual lideró desde 2015 hasta julio de 2021.

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Juan Francisco Sandoval Alfaro

Han pasado casi cuatro semanas desde la decisión de la Fiscal General de prescindir de mis servicios en el Ministerio Público (MP), un tema que ha sido abordado en distintas instancias y sobre el que, en el área correspondiente, realizaré mis legítimos reclamos.

En medio de la tormenta personal, familiar, profesional, que ha implicado romper con mi tejido social, en el horizonte avizoro la promesa del reencauce hacia la senda perdida, luego del complejo tránsito en arenas movedizas, provocadas por la alineación de sectores que no están viendo al futuro porque el regreso al pasado los tiene muy ocupados.

Durante la vida de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala se decidió entender que había un problema estructural que a su vez comprendió la ciudadanía guatemalteca. Entendimos que ese esfuerzo era, al buen decir de Matías Ponce, una misión posible que valía la pena si en realidad el país era y es nuestra prioridad.

Lidiar con esa realidad provocó reacciones virulentas pero más que centrarnos en eso, debemos construir con aquellos que han entendido el lastre que este sistema significa y que tanto afecta a la gente honrada de este país. Los extremos que sienten paz en medio de tanta impunidad, no pueden marcar el paso de los millones de honrados, de los muchos que entienden los problemas en la administración pública, de quienes saben leer lo que los indicadores nos dicen y quienes sufren por el aletargado sistema judicial que sirve más a mafias, mientras olvida a mucha gente decente.

Durante el último tiempo, bajo el disfraz de la legalidad y con el maniqueísmo de una falsa fe impulsada por la autoridad superior de la institución, fui testigo del deterioro del Ministerio Público que provocó la destitución, renuncia, exilio y/o criminalización de muchos ex compañeros. No se piense que tales acciones afectan solo a los que trabajamos en el ente investigador, pues en una sociedad con un MP débil, pierden los honrados.

Vienen momentos difíciles y se ve ya el esfuerzo para deslegitimar mi voz, pero nunca me arrepentiré de obrar por convicción para construir desde el ámbito judicial, un verdadero Estado de Derecho que no esté supeditado al hampa y usaré la misma voz para tratar de aportar un grano de arena que nos permita unirnos por el bien del país.

Ahora bien: ¿qué podemos hacer los guatemaltecos que soñamos con una mejor Guatemala? seguir trabajando, aún desde el pequeño espacio que nos deja la banda que hoy tiene el poder. Hay que ser como la gota que rompe la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia.

Hago un llamado a los millones de guatemaltecos, de todos los espacios, de todos los orígenes, para que realicemos el esfuerzo de trabajar juntos con la intención que los honrados en Guatemala no tengan desventaja. Hagamos lo mejor que podamos para lograr los cambios necesarios que nos permitan ver luz al final del túnel.

Vivir el exilio es tan duro como vivir el dolor de la injusticia (algo que experimentan muchos guatemaltecos a diario), pero no nos rindamos porque si trabajamos en unirnos como sociedad, podremos aspirar a ser la Guatemala que soñamos.

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