Roberto Blum

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El orden internacional mundial es una compleja red de normas, instituciones y dinámicas de poder que sirve como marco para la gobernanza global. El sistema ha sido construido a lo largo de siglos. Quizás podamos atribuir su origen a los acuerdos que dieron fin a la Guerra de Treinta Años e inauguraron la llamada “Paz de Westfalia” en 1648. Sin duda en estos trescientos setenta y seis años, el orden internacional ha experimentado transformaciones, adaptaciones y desafíos muy diversos.

En la Paz de Westfalia se establecieron los principios de la soberanía estatal y la no intervención en los asuntos internos de los Estados. Con el tiempo, y tras el ejemplo de las revoluciones estadounidense, de 1776, y la francesa, de 1789, el orden estatal evolucionó hacia un sistema de Estados nacionales que interactuaban dentro de un marco de derecho internacional y utilizaban las reglas de la diplomacia en sus relaciones. En el siglo XX presenciamos la aparición de instituciones como la Sociedad de Naciones con el propósito de asegurar la paz luego de la catástrofe que fue la “gran guerra europea” de 1914-18. Su fracaso hizo que al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945 se creara la Organización de las Naciones Unidas, destinadas a fomentar la cooperación y prevenir conflictos a través de mecanismos de seguridad colectiva.

Los componentes clave del actual orden internacional son sin duda las normas del derecho internacional, las instituciones multilaterales y un conjunto de valores políticos y económicos más o menos compartidos globalmente que permiten y al mismo tiempo promueven las muy variadas interacciones, tanto económicas como políticas y culturales entre los múltiples agentes en el planeta.

Sin duda un elemento central para el orden internacional mundial es el cuerpo de leyes y tratados que rigen las relaciones entre los 193 Estados-nación que actualmente existen. Estos incluyen los principios de la soberanía estatal, el respeto a los derechos humanos y la prohibición de la agresión. El derecho internacional proporciona el marco jurídico legitimo para resolver las disputas y regular el comportamiento de los Estados en el ámbito global. Por desgracia parece que el mundo está viviendo una evidente erosión en el respeto al derecho internacional.

Las instituciones internacionales multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, desempeñan roles cruciales en el mantenimiento de la estabilidad global y la promoción del desarrollo. Estas instituciones brindan foros para la negociación diplomática, la cooperación económica y la asistencia humanitaria. Sin embargo, el orden internacional no puede funcionar sin las normas y valores compartidos, tales como la aceptación de los mecanismos democráticos, el respeto a los derechos humanos y el libre comercio que sustentan el orden internacional mundial. Si bien no son exigibles por ley, la adhesión a estos principios contribuye a la estabilidad, la paz y la cooperación entre las naciones.

Otro elemento importante en el orden actual es la interdependencia económica, es decir, las múltiples interconexiones de la economía global que se han convertido en una fuerza impulsora atrás de la cooperación internacional. Los acuerdos comerciales, los tratados de inversión y los mecanismos financieros atan a las naciones, creando incentivos para generar y mantener relaciones pacíficas y de cooperación.

Desafortunadamente, a pesar de su resiliencia, el orden internacional mundial enfrenta numerosos desafíos que amenazan su estabilidad y coherencia e incluso su continuada existencia. Por ejemplo, el resurgimiento del nacionalismo y el autoritarismo en muchas partes del mundo están socavando los principios del multilateralismo y la cooperación internacional. Los líderes que priorizan los intereses nacionales estrechos sobre la solidaridad global han debilitado las instituciones internacionales y erosionan la confianza necesaria entre los Estados.

Asimismo, los cambios del poder relativo de los Estados, la aparición de nuevas potencias globales como China y Rusia y las tensiones geopolíticas están desafiando el dominio tradicional de los países occidentales en la configuración del orden internacional mundial. Las tensiones geopolíticas, alimentadas por disputas territoriales, diferencias ideológicas y competencia por recursos, evidentemente tensan aún más las relaciones entre las principales potencias y desestabilizan regiones enteras. Todo esto está promoviendo la erosión y el desprecio de las normas internacionales por parte de algunos estados que establecen precedentes peligrosos y socavan la credibilidad del orden internacional mundial. Las violaciones de los derechos humanos, la proliferación de armas de destrucción masiva y el desprecio por los acuerdos ambientales debilitan el tejido de la gobernanza global y fomentan la desconfianza entre las naciones.

A todo esto, hay que agregar los desafíos globales tales como el cambio climático, el terrorismo y las pandemias que representan desafíos significativos para el orden internacional mundial. Estos problemas requieren para su solución acciones colectivas y cooperación más allá de las fronteras nacionales, sin embargo, los esfuerzos para abordarlos a menudo se ven obstaculizados por rivalidades geopolíticas e intereses conflictivos.

Debemos reconocer que el orden internacional mundial, aunque resiliente, no es inmune a la destrucción. Su construcción ha sido un proceso gradual moldeado por eventos históricos, normas evolutivas y dinámicas de poder cambiantes. Sin embargo, las fuerzas del nacionalismo, las tensiones geopolíticas y los desafíos globales amenazan con deshilar el tejido de la gobernanza global. Preservar y fortalecer el orden internacional mundial requiere esfuerzos colectivos, liderazgo basado en principios y un compromiso con valores compartidos y cooperación. Solo con un compromiso sostenido y el diálogo puede la comunidad internacional enfrentar las amenazas a la estabilidad global y mantener la visión de un orden mundial pacífico y próspero.

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