Roberto Blum

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Roberto Blum 

16 de diciembre del 2023 

A medida que integramos las maravillas tecnológicas que habrán de definir el año 2024, también debemos reflexionar sobre la responsabilidad ética y el impacto social que estos avances conllevan. En un mundo cada vez más conectado e impulsado por la tecnología, es imperativo considerar las implicaciones éticas y sociales de los avances tecnológicos para garantizar que su impacto sea beneficioso para todos y sea lo más equitativo posible. 

La Inteligencia Artificial (IA) por sus implicaciones éticas para los individuos y la sociedad será la tecnología cuyos avances debemos considerar en primer lugar. 

La creciente toma de decisiones mediante algoritmos de los modelos de IA está sujeta a sesgos inherentes a los conjuntos de datos utilizados para entrenar a estos sistemas. En 2024, se estarán implementando prácticas para abordar la equidad y la transparencia, asegurando que los algoritmos no perpetúen discriminaciones injustas. La responsabilidad ética en la IA implica la creación de marcos normativos que protejan los derechos individuales y eviten la creación de sistemas autónomos que actúen en contra de valores éticos humanos fundamentales. Así pues, en el 2024 se deberá enfocar el trabajo interdisciplinario de filósofos y eticistas, sociólogos, psicólogos, políticos y tecnólogos e ingenieros en la innovación de nuevos sistemas de IA para conseguir que la inteligencia artificial derive hacia decisiones más justas y transparentes. 

Otro avance tecnológico que seguramente habremos de observar en el 2024 es el de la “Realidad Aumentada” (RA) y su impacto en el derecho de las personas a la privacidad, por lo que el desafío será encontrar el equilibrio entre los extremos. 

Con la realidad aumentada extendiéndose en diversas áreas de la vida, surge el desafío de mantener un equilibrio entre la innovación y la protección de la privacidad. Las aplicaciones de RA recopilan enormes cantidades de datos sobre el comportamiento y las preferencias del usuario. En 2024, se intensificarán probablemente los debates sobre la regulación de la recopilación y el uso de estos datos para garantizar que la privacidad individual no sea sacrificada en aras de la conveniencia tecnológica. La responsabilidad social implica establecer límites claros y proporcionar a los usuarios el control sobre su información personal. 

También debemos considerar el incremento de la velocidad de las “redes 5G” mediante la innovación tecnológica y las probables desigualdades digitales que se generaran, creando barreras entre individuos y comunidades en vez de que las nuevas redes digitales construyan puentes. 

Si bien las “redes 5G” prometen una conectividad ultrarrápida, también plantean las desigualdades digitales. En 2024, se reconocerá la necesidad de abordar la brecha digital que deja rezagadas a ciertas comunidades. La responsabilidad social deberá impulsar iniciativas para llevar la infraestructura 5G a áreas marginadas, garantizando que todos tengan acceso a las oportunidades que la tecnología ofrece. Además, se deberán implementar programas de educación digital para cerrar la brecha de habilidades y garantizar que nadie se quede atrás en la era digital. 

Los “Blockchain” son capaces de generar una mayor confianza. La tecnología “blockchain” presenta la posibilidad de ir construyendo sistemas cada vez más sólidos y confiables. Aunque esta tecnología promete transparencia y seguridad, su adopción masiva también plantea desafíos éticos y sociales. La descentralización puede amenazar ciertos modelos comerciales tradicionales, y la tokenización de activos puede generar nuevas formas de desigualdad financiera. La responsabilidad ética en este contexto implica la creación de regulaciones que equilibren la innovación con la estabilidad económica y social, garantizando que la confianza en los sistemas “blockchain” no comprometa la integridad del sistema financiero. 

Por último, debemos mencionar los indudables avances en la biotecnología y en la práctica médica y sus graves implicaciones éticas. En el 2024 se deberá tratar de garantizar la equidad en la aplicación de las nuevas tecnologías médicas en el tratamiento de la salud de los individuos. 

La biotecnología, con su capacidad para personalizar tratamientos médicos, plantea preguntas éticas sobre la equidad en el acceso a estas tecnologías. En 2024, será esencial abordar la brecha en el acceso a la atención médica avanzada. La responsabilidad social impulsa políticas que aseguran que los beneficios de la medicina personalizada no sean exclusivos para unos pocos, sino accesibles para toda la sociedad. Además, se deben establecer marcos éticos para garantizar que la información genética sea manejada con precaución, evitando posibles abusos y discriminaciones. 

En conclusión, mientras celebramos los probables logros tecnológicos del 2024, también debemos ser conscientes de los desafíos éticos y sociales que acompañan a estas innovaciones. La responsabilidad recae en los desarrolladores, legisladores y la sociedad en su conjunto para asegurar que la tecnología se utilice para el bien común y no para perpetuar desigualdades o violar los derechos fundamentales. Navegar por estas aguas tecnológicas requiere no solo de ingenio técnico, sino también de un compromiso inquebrantable con los principios y valores éticos de una sociedad de personas libres y responsables. 

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