Roberto Blum

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El informe publicado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en el año 2022, estima que en el 2020 había unos 281 millones de personas que vivían en países diferentes a los de su nacimiento, es decir, el 3.6 por ciento de la población mundial eran migrantes internacionales.

En dicho informe se observa que el número de migrantes se ha más que triplicado en los últimos 50 años. Sin embargo, cuantificar el número de desplazados por el cambio climático en los últimos años y estimar la situación en las próximas décadas resulta un ejercicio complejo dado que los modelos climáticos han ido evolucionando y las motivaciones para emigrar sin duda son múltiples. Por ejemplo, mientras que en 1990 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) estimaba que los migrantes climáticos alcanzarían los 200 millones para 2050, un informe reciente advierte que el estrés hídrico, la seguridad alimentaria y los desastres naturales podrían desplazar a 1,200 millones de personas para 2050. De hecho, solo en 2019, se registraron cerca de 1,900 desastres naturales que causaron 24.9 millones de nuevos desplazamientos internos en 140 países.

América Latina y el Caribe pasaron de hospedar a 7 millones de migrantes en 1990, a tener una población migrante de más de 25 millones en 2020. Aunque los flujos migratorios repentinos y masivos pueden representar un desafío para los gobiernos y comunidades de acogida, la migración también presenta una oportunidad para el desarrollo de la región generando sociedades más diversas e innovadoras siempre que se logren crear las condiciones necesarias para aprovechar a los migrantes, quienes generalmente son personas jóvenes y con una fuerte motivación para mejorar sus vidas y aportar su creatividad y trabajo a los países receptores.

Los desastres naturales actuales, el avance de la degradación ambiental y las desigualdades persistentes en las diferentes regiones del planeta, hacen evidente la necesidad de contar con políticas públicas nacionales e internacionales con un enfoque inclusivo que sean capaces de abordar simultáneamente las causas y los efectos de las migraciones. Es importante reconocer que el siglo XXI se definirá como el siglo de las grandes migraciones internacionales.

Es evidente que los fenómenos climáticos causan desplazamientos de poblaciones enteras. Por ejemplo, la llegada del huracán “Laura” en agosto del 2020 puso a más de 1.5 millones de personas bajo orden de evacuación en Texas y Luisiana. En los primeros nueve meses del 2020, 16 desastres climáticos impactaron los Estados Unidos con daños que superaron los mil millones de dólares en cada uno de estos eventos. En el Caribe, el huracán Dorian en el 2019 ocasionó 465,000 nuevos desplazamientos en siete países, mientras que, en Brasil, las inundaciones y los deslizamientos desplazaron a unas 295,000 personas en ese mismo año.

Asimismo, los efectos del cambio climático de avance lento como el deshielo de los glaciares afectan la disponibilidad de agua en los ríos o la erosión costera por el aumento del nivel del mar, los cuales, sumado a las vulnerabilidades preexistentes, influyen en los patrones migratorios. En Centroamérica, por ejemplo, los habitantes de Guatemala migran tras las sequías e inundaciones que afectan la producción de sus cultivos generando escasez de alimentos y pobreza. En otros países centroamericanos es la violencia y la ausencia del Estado de derecho la principal causa que expulsa a miles de personas. Estos procesos son graduales y pueden entenderse también como una migración económica; es decir, en búsqueda de paz y mejores oportunidades laborales y medios de sostener sus vidas.

Actualmente observamos como los movimientos migratorios están generando fuertes presiones adicionales sobre los servicios públicos y exacerban los riesgos de desastres y tragedias humanas, por lo que es urgente entender y tratar de mitigar los efectos que la migración masiva ocasiona en los países de tránsito y en aquellos otros Estados atractores.

Al momento de enfrentar el problema de las migraciones masivas del siglo XXI, es importante abordar los diferentes aspectos que las están generando. Hay que recordar que la migración no es solo un problema sino también una gran oportunidad si es que podemos generar las condiciones políticas y socioculturales adecuadas para aprovechar la creatividad potencial de millones de personas jóvenes que son la inmensa mayoría de quienes deciden iniciar la gran aventura migratoria. Sin duda la migración de millones de seres humanos es una oportunidad y un reto que nos concierne a todos.

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