José Roberto Alejos Cámbara

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Roberto Alejos Cámbara

Los distintos sectores sociales se reúnen con la intención de ponerse de acuerdo en elaborar propuestas útiles para cambiar la situación de los grupos sociales con quienes trabajan. No tienen idea cómo fue de lo más útil durante mi gestión abrir las puertas a estas organizaciones para que llegaran a presentar sus iniciativas y las negociaran con las diferentes bancadas. Cuántas leyes en el tema mujer, seguridad y justicia, trasparencia, entre otras, fueron aprobadas. El sector privado tenia años de no poner un pie en este organismo, dijo Fundesa, cuando llegaron a invitarnos para formar parte del Enade.

Hoy, somos testigos, y en estas columnas hemos tratado de demostrar por qué el diálogo no es posible, ni entre miembros del mismo Estado, menos entre el Estado y los distintos sectores. Ya escribimos sobre cómo llamó a dialogar el Presidente al inicio y cómo lo abandonó, ahora vemos cómo no es capaz de lograr el diálogo y menos una negociación decente con el Congreso, ni para el tema de la pandemia.

Fuimos testigos de la sesión del Congreso en donde los intereses particulares privaron sobre los nacionales en cómo manejar el tema de la aprobación o no del Estado de Calamidad y ni hablar del contenido de lo que realmente quieren aprobar. Pero no es nuevo, así fue desde el 14 de enero del año pasado en la elección de Junta Directiva y los temas que vienen arrastrando de la legislatura pasada, como la no elección por más de dos años de las cortes, y ni hablar de las reformas constitucionales.

En el pasado los estados de calamidad se miraban de inmediato y si no habían votos se mandaban a comisión y allí pasaban en estudio los 30 días. La Corte de Constitucionalidad, adicionalmente a lo que dice el nuevo artículo 68 bis, lo dejó muy claro. Es un decreto, el Congreso sólo tiene que ratificarlo, modificarlo o improbarlo en una sola lectura y con mayoría simple. Pero, ¿se complicaron, o lo complicaron?

El diálogo en los Acuerdos de Paz se tuvo que dar con la intervención de Naciones Unidas porque le tuvieron desconfianza a la asamblea de la sociedad civil, pero se dieron. En tiempos más recientes, el G4, integrado por el Rector de la Usac, la PDH, la iglesia Católica y las iglesias Evangélicas servían de garantes ante cualquier discusión, sólo como ejemplos. Hoy estamos de pleito con Naciones Unidas acusándola de injerencia y de complotar contra el sistema, ¿y el G4? sin Rector, una PDH que después de la Santa Vulva, la iglesia católica no se sentaría con él ni a un café y ésta con sus recientes declaraciones y las iglesias evangélicas que tomaron partido con el tema de la política de género entre otros, no están en capacidad de ser garantes de ningún dialogo.

Hemos caído en lo que la socióloga norteamericana Durkheim denomina Anomia. Anomia de estado, pues como me dijo alguien a quien admiro mucho, este gobierno por atender lo “urgente” ha invisibilizado lo importante y yo le agrego y mal. Tenemos que seguir en el diálogo y la negociación entre los sectores, porque más temprano que tarde, por la vía de la elección o por otra vía, alguien va a necesitar de esos acuerdos para poder gobernar.

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