Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

El pasado 1 de septiembre el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador rindió su III Informe de Gobierno, por lo que podemos decir que casi se encuentra a mitad de su camino presidencial. El escenario para él es sumamente favorable, cuenta con una popularidad que oscila entre 60 y 70% según la casa encuestadora. Las diversas instancias de su gobierno tienen una aprobación de entre un 50 y 60% aun cuando la Secretaría de la Defensa y la Secretaría de la Marina van más allá del 70%. Tales porcentajes son muy buenos si tomamos en cuenta que el Gobierno de la Cuarta Transformación ha navegado en los últimos diez y ocho meses en las aguas procelosas de la pandemia y de la profunda crisis económica que ha generado.

Parafraseando a Maquiavelo, AMLO ha contado con la fortuna además de la virtud. En medio de ese complejo panorama, las remesas de los migrantes en EUA han tenido cifras espectaculares en 2020 (más de 40 mil millones de dólares) y en este 2021 se espera que alcancen los 48 mil millones. Ha desmentido el discurso reaccionario de los neoliberales que profetizaban un desastre para el país debido al carácter “populista” del gobierno. La presidencia de AMLO ha logrado un aumento en la inversión extranjera directa, el índice de la Bolsa Mexicana de Valores, las reservas internacionales.

Ha elevado en tres años el salario mínimo como nunca durante el período neoliberal (44%), sin que esto haya tenido un efecto inflacionario; ha impulsado los programas sociales para jóvenes, adultos mayores, campesinos, mujeres; emprendido grandes obras públicas (Aeropuerto Felipe Ángeles, Corredor Transítsmico, Tren Maya); mediante la austeridad republicana y el combate a la corrupción ha ahorrado 70,210 millones de dólares; en octubre la totalidad de la población adulta estará vacunada contra la Covid-19; en dos meses se recuperará el empleo formal observado antes de la pandemia; la economía crecerá este año 6% y está recuperándose la industria petrolera y energética.

No todo camina bien. Aun cuando el gobierno ha logrado disminuir la mayor parte de los delitos, apenas ha logrado disminuir la violencia homicida que genera particularmente el narcotráfico (disminuyó un 0.5%). Los feminicidios han aumentado (13%), también la extorsión (18%) y el robo en transporte público (28%). Un problema grave enfrenta el gobierno: la migración desde Centroamérica y el Caribe que la 4T busca contener con dificultades y desgaste político.

Estos logros y otros más que por razones de espacio omitimos, están acicateando a la derecha neoliberal. Peor aún, también a la derecha neofascista: un sector de senadores del PAN firmó “La Carta de Madrid” con el neofascista VOX de España. La ultraderecha mexicana y española enarboló el anticomunismo para la “Iberósfera” y generó una profunda división entre los neoliberales y neofascistas dentro de ese partido. Como en América Latina, los avances progresistas en México han espoleado a las reacciones de la derecha más extrema en el mundo. El líder de VOX, Santiago Abascal, acusó a Andrés Manuel de proteger a tiranos y narcotraficantes. Los perros ladran.

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