René Arturo Villegas Lara

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En años anteriores a la década de los 40 del siglo pasado, en Chiquimulilla, como en cualquier pueblo en donde hubiera un campo con llano, aunque fuera llano de chucho, a la juventud y a los patojos, nos gustaba jugar fútbol, aunque fuera con pelotas de trapo.

Alguna vez mi padre, Ovidio Villegas Orantes, me contó  que en su tiempo el campo, como le decíamos al lugar de jugar, quedaba en las orillas del barrio de San Sebastián, donde se inician las faldas del Tecuamburro, camino a la pila de Santa Catarina. En ese entonces, quizá en los años 30, hubo un equipo de fútbol llamado Esparta y guardo una foto de ese equipo, en el que el más famoso era el portero Peyo Cuzo, que aún conocí en mi infancia.

Ya cuando mis años de la primaria y los primeros de la secundaria, había dos equipos famosos: el “Deportivo Tropical”, que lo patrocinaba don Toyo Salazar, en donde jugaban don Ovidio Orozco, don Lico Morales, don Lico Vásquez, don Mundo Labín, don Chilín San, su hermano Quilo San, Rafael Salinas, Caín Piecito, Chorro de Humo, Paquito Vásquez y muchos que se me quedan en el olvido.

El otro equipo famoso era el “Aguilas Rojas”, casi todo su elenco vecinos del barrio de San Miguel, que patrocinaba don Felipe Vásquez. Allí jugaban Chando Grajeda, alias Chibolón, un gran delantero que metía goles imparables; mi compañero de escuela  Miguelito Vásquez, el mismo Paquito que se lo jalaron del Tropical,  el gran defensa Leonel Segura, el gran portero Chentón, que jugaba descalzo y que tenía como suplente a Toyano, que parecía otro Tarzán Segura del municipal, pues no dejaba pasar nada, Mancho Vásquez, un gran defensa.

Para quienes éramos patojos en esos dorados años, una gran diversión asistir al campo Los Conacastes a ver los encuentros entre esos equipos rivales, cuando la cancha era de tierra, de entrada libre y los jugadores dejaban su ropa colgada en un árbol de nance que estaba en la orilla oriente. Para llegar al campo se caminaba en un proyecto de camino lleno  de grandes piedras en donde solo pasaban carretas de bueyes.

Pero allá se iba toda la gente a ver “la jugada” bajo el paraguas de una fila de frondosos conacastes que nos protegían del sol. Cuando se construyó un estadio ya más formal, se le llamó estadio Los Conacastes, aunque después fueron talados. Cuando terminaba el primer tiempo y en el sacrificio de correr bajo un sol abrazador, doña Amalia Martínez y la buena amiga Yolanda Gómez, repartían a los jugadores una rodaja de limón o una naranja partida  para medio mitigar la sed. Muchos años después, se fue desarrollando un fútbol más profesional y hasta llegamos a la liga mayor con el nombre de Deportivo Chiquimulilla; pero eso duró nada más que un campeonato y nos bajaron.

Ahora a saber en dónde estamos. En resumen, sirva esta prosa para recordar a los grandes fútbolistas del pueblo en todo el siglo XX: Peyo Cuzo, Mundo Labín, Lico Morales, Lico Monterroso, que jugó en el IRCA de hace décadas, Ovidio Orozco, Chando Grajeda, Ovidio Villegas Orantes, Lico Vásquez, Paquito, Miguelito y Chusito Vásquez, Caín Piecito, el Pachuco, que hasta debutó en canchas mexicanas, Chilín San, Chentón del Barrio San Sebastián, Toyano, Rafael Salinas, Neto Grajeda, Jorge Lau, Gonzalo Bolaños, Manuelito Bolaños, Mancho Vásquez…Y tantos que sudaron la camiseta por la práctica del fútbol y que no divertían cuando llegaba el equipo de Cuilapa, con ese gran arquero, que era mi pariente, Moisés Castillo o el famoso Suchitán de Jutiapa, equipo al que nunca le pudimos ganar. De todo esto, ofrendo un recuerdo a don Toyo Salazar y a don Felipe Vásquez, por ser impulsores y benefactores del fútbol de Chiquimulilla.

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