Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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El nuevo Gobierno y las autoridades de la alcaldía capitalina cumplieron un mes. Ambos, así como diversos sectores de la población, señalan que es urgente construir y hacer funcionar el sistema de metro en la capital. Afirmo que llevamos un cuarto de siglo perdido –como candidato propuse en 1999 el metro, como eje central de mi proyecto para la alcaldía; pero fue sepultado por los intereses económicos de Arzú. Me sumo con entusiasmo a quienes quieren hacer realidad este megaproyecto en los cuatro años siguientes. No debe concebirse ni como elefante blanco ni como pozo de corrupción. Tampoco debe verse, solamente, como una obra millonaria que resolverá en gran medida el flujo de personas en el área metropolitana. La obra millonaria debe traducirse, eso sí, en puestos de trabajo para centenas de miles de obreros de la construcción –un gran aporte para desacelerar la migración hacia Estados Unidos- y para decenas de miles de operarios del sistema, que deberán estar muy calificados para el trabajo eficiente y seguro. Se elevará el nivel de capacitación de la clase trabajadora.

El metro es un proyecto de modernización urbanística. Cada una de sus estaciones –posiblemente en los ejes de la antigua vía ferroviaria, la Roosevelt y la salida hacia El Salvador- será polo de desarrollo, que deberá aprovecharse para vivienda, con edificios multifamiliares, y comercios. Las autoridades gubernamentales y municipales deberán impedir el acaparamiento de tierras, así como proporcionar zonas verdes en los alrededores. En sí mismo, el metro ha demostrado brindar seguridad y rapidez. Es instrumento educativo y de desarrollo cultural, comenzando por un código de comportamiento: sin crímenes ni desórdenes y con ínfima contaminación. También sirve para el reordenamiento del tránsito de toda la ciudad. La red de buses se hace eficiente, con recorridos más cortos, sin eliminar buses de largo recorrido que sean complementarios. Favorecerá la inclusión de vías peatonales y ciclo-rutas, para bajar la densidad de vehículos en las zonas cercanas a las estaciones.

El metro es también un sistema que puede contribuir a la Memoria Histórica del país, resaltando sitios cercanos que tienen significado para la población; las estaciones pueden funcionar como pequeños museos. En Santiago de Chile, por ejemplo, en estación sobre la Avenida Suecia, dicho país ha instalado murales, fotos y mensajes relacionados con las contribuciones y tradiciones suecas. Además ha de ser un órgano informativo de primera clase, que pueda desvirtuar la desinformación emitida por otras vías o los intentos de deformar la Historia. Al igual que en muchas ciudades, el sistema debe favorecer la comunicación virtual, haciéndola eficiente y gratuita. Apunto un último elemento clave, en especial en Guatemala, donde no dejamos de sentir vergüenza por las autoridades que hemos tolerado. El metro es motivo de orgullo. No para compararnos con otros países –el primero en Centroamérica- sino que para compararnos con el presente y pasado de la movilización citadina. Merecemos respeto y dignidad y éste es paso importante en esa dirección.

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