Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

post author

Al rememorar el trabajo internacional de la RUOG siento la obligación de escribir pronto un artículo extenso o un libro, con dos propósitos: que las nuevas generaciones conozcan lo que fue este exitoso esfuerzo de denuncia y cabildeo -y hagan un esfuerzo semejante ahora que el Estado guatemalteco vuelve a agredir a sus mejores ciudadanos y ciudadanas- y reconocer, ante el Pueblo de Guatemala y la Historia, el extraordinario acompañamiento brindado por la solidaridad internacional. Hecho crucial de las labores de la RUOG fue el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a nuestra compañera Rigoberta Menchú Tum, hace treinta años y diez años después de iniciado el trabajo político-diplomático. Hubo varios factores que llevaron a lo que Rosalina Tuyuc calificó como “la primera buena noticia para los pueblos indígenas en quinientos años”. Ciertamente, un factor fue el rechazo a la invasión europea de 1492, que en Occidente se quería celebrar a lo grande, olvidándose de las terribles consecuencias para los pueblos originarios de Abya Yala. En los últimos tres decenios, luego del Premio, se ha avanzado grandemente en el reconocimiento de la identidad y los derechos de los pueblos indígenas, tanto en Guatemala como en el mundo, si bien hay mucho trecho por recorrer para erradicar el racismo y la discriminación. Factor determinante, sin embargo, fue la figura y el inquebrantable trabajo de Rigoberta para mostrar ante el mundo los crímenes de lesa humanidad en Guatemala, perpetrados por los sectores de poder, que alcanzaron el nivel de genocidio contra comunidades del Pueblo Maya. Su libro, “ME LLAMO RIGOBERTA MENCHÚ Y ASÍ ME NACIÓ LA CONCIENCIA”, escrito con Elizabeth Burgos en interminables noches de relato, luego de días intensos de trabajo, despertó también la conciencia de otros pueblos, que otorgaron su solidaridad. La RUOG fue factor también, al coadyuvar a enfrentar la oposición de oligarquía y gobierno por impedir el Premio, poniéndose al centro de la campaña mundial para reconocer en Rigoberta a los pueblos indígenas en lucha.

El 19 de diciembre de 1992, Rigoberta viajó a Guatemala, acompañada de la RUOG, y durante unos días compartió con el Pueblo, particularmente con quienes aportaban a la lucha por los derechos humanos y la paz. Si bien existían temores ante la cobardía y traición del presidente Serrano y las fuerzas armadas, que se sentían derrotados con el homenaje, el movimiento social y popular se desbordó en alegría y apoyo a Rigoberta, reconociéndole sus méritos y liderazgo, junto a otras mujeres y dirigentes en el país, que luego contribuyeron a la derrota del intento de golpe militar de 1993. El ejercicio del Premio Nobel nunca ha sido fácil, a veces por la imposibilidad de responder a todas las expectativas y otras veces porque las aspiraciones del Pueblo superan las posibilidades reales. Luego de tres decenios de constante trabajo y total dedicación, estoy convencido de que Rigoberta ha estado a la altura de las exigencias históricas. Pienso que aún es tiempo de aprovecharla más para instaurar la esquiva paz firme y duradera en Guatemala.

Artículo anteriorLos bonos de la corrupción, un proceder lesivo para el Estado
Artículo siguienteNY: Incendio obliga a evacuar pasajeros de transbordador