Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raul Molina

Al acercarse el 30 de junio, que el ejército ha querido robar a la Reforma Liberal de 1871, no dejé de reflexionar sobre la inútil existencia de este instrumento de la oligarquía -despilfarro multimillonario y casta al servicio de los más oscuros intereses dentro del país- que es considerado non grato por las grandes mayorías del país. Esto quedó demostrado con su “desfile militar”, a oscuras y solamente en las zonas burguesas de la ciudad, que se adelantó a la fecha, para evitar la ira popular. Tuvieron participación “veteranos militares”, insertos hoy en AVEMILGUA y Fundaterror, que acaban de recibir de Giammattei y el Congreso un pago millonario por los “servicios” prestados durante el conflicto armado interno -terrorismo de Estado con su cauda de ejecuciones extrajudiciales, crímenes de lesa humanidad (genocidio, tortura y desaparición forzada) y cientos de miles de crímenes más- y como pago para cubrirles las espaldas. No obstante, no pueden escapar a su pesadilla: las masacres y la “tierra arrasada” de su “guerra sucia”. El color de la sangre jamás se olvida, ni para las víctimas ni para los victimarios. Estos delitos no prescriben y las causas abiertas por los familiares, con el apoyo de organizaciones de derechos humanos, llevarán al castigo de los responsables, por más capturado que tengan el sistema de justicia. Es cierto que Ríos Montt, gracias a cooptada Corte de Constitucionalidad, escapó a la condena de ochenta años de prisión por genocidio; pero su papel en la Historia ha quedado marcado como dictador brutal y despiadado. Otros criminales de guerra están en prisión y otros aguardan juicio, sin que la pesadilla por la contrainsurgencia que aplicaron les dé tregua.

Para evitar que los tribunales hagan justicia y manden a los oficiales del ejército a cumplir condenas de cincuenta o más años, han sacado fiscales y asistentes del MP, así como jueces y juezas de reconocida honorabilidad (hay ya más de veinte en el exilio y la Fiscal General ha despedido en días recientes a casi veinte personas en el MP, aparte de tener en injusta prisión a cientos de presos políticos). Han sido reemplazados por los “agachados” o corruptos, dispuestos a prostituir el sistema judicial. Sí, en estos meses de 2022, estos asesinos logran esquivar el castigo, envalentonados con cada cargo que usurpan; pero en noches de borrachera, cuando se dan cuenta de la sangre que llevan en sus manos y la lógica destrucción de sus familias (infidelidades, generaciones siguientes perdidas en toda clase de vicios, enfermedades inexplicables en sus familias, inestabilidad psicológica y demencia temprana), no dejan de visualizar que la Justicia Divina empieza en el mundo terrenal. Les duele darse cuenta de que “su guerra” la perdieron, pese a haber transgredido todas las normas existentes y, por ello, exoficiales todavía se dan a la tarea de intentar imponer su modelo por la vía del retorcimiento de la ley. Justo premio a esos esfuerzos será la desaparición del ejército contrainsurgente y el castigo colectivo por sus crímenes. Ni la verdadera justicia ni la Historia perdonan; ¡Los Pueblos menos!

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