Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raul Molina Mejía

Hace diecinueve meses recibió Usted, Sr. Giammattei, un Estado fallido, neocolonial, caótico y sumido en la corrupción y la impunidad. Se había comprometido con el electorado a no ser, en sus palabras, “un hijo de puta más”, promesa que no ha cumplido. A ese inicial Estado de Calamidad, Usted le ha sumado la peor crisis sanitaria de la historia del país; medidas represivas constantes (estados de excepción desde el primer día) para meter bajo la alfombra los problemas del país; el asalto de los tres Poderes del Estado, y de la Corte de Constitucionalidad, como superpoder; y el saqueo del tesoro de la nación. Su decisión de dar la espalda al Pueblo (seguramente porque no lo eligió, sino que llegó Usted al puesto por monumental fraude), para recibir órdenes del CACIF y la Casa Blanca de Trump, ha dejado al país en el mayor desastre, particularmente con la llegada, el 13 de marzo, de la pandemia del COVID-19. Ha sido Usted el mejor amigo del coronavirus, porque nada de lo actuado lo ha frenado, sino que, al contrario, ha exacerbado su impacto. Pese a que el gobierno de su antecesor, Jimmy Morales, se ha catalogado como el peor desde 1986, hoy nos encontramos en situación más desesperada y angustiante.

Por ello, la inmensa mayoría de la población, particularmente pueblos indígenas, comunidades campesinas, el movimiento popular, el movimiento social y quienes actuamos para cambiar la execrable práctica de los politiqueros, tal cual la alianza oficial creada por Usted, le hemos pedido la renuncia, al igual que a Consuelo Porras, su apéndice, que hace de tapadera a la corrupción. Pocos imaginaron que Usted se retiraría del cargo por las buenas, porque no quiere dejar de acumular poder, en franca búsqueda de ejercer como tirano, y se le hace muy difícil dejar de percibir salario (el más alto de América Latina), bonos, privilegios, granjerías y, en especial, grandes negocios. Tampoco puedo recurrir a su ética, ni de funcionario ni de profesional (apoyaría que se le llevara al Tribunal de Honor del Colegio de Médicos), porque no se ven trazas de ella. Recurro, más bien, a su sentido común. El Pueblo seguirá insistiendo en que salga del gobierno y le hará la vida imposible, al igual que a los ricachones que lo apoyan, aunque su gobierno trate de sembrar conflictos mediante sectores cooptados. No hay diálogo que valga, como ingenuamente se le propuso, y del que no tuvo la cortesía de acusar recibo. El Pueblo en lucha no quiere hablarle, aunque podrá negociar con el “dueño del circo” una vez desaparezcan algunas “atracciones”. Y debe tener en cuenta que la Administración Biden le pasará la factura, más temprano que tarde (¿se recuerda del General Noriega en Panamá?), por su negligencia, arrogancia y la reciente cercanía a los rusos. Por eso, la única salida es dejar la presidencia y entregar el gobierno a una Junta Civil de Gobierno, que represente a los cuatro pueblos de Guatemala -Garífunas, Ladinos, Mayas y Xincas. Por la vía de la violencia estatal, le aseguro que no hay solución. En conclusión, retírese, por el motivo que sea, para dar esperanza a la población de que se puede refundar ya el Estado guatemalteco.

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