Jóvenes por la Transparencia

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María José Cordero
Feminista, politóloga y necia de esperanza 
X: mujerchiquita_
fcccmarcodeaccion@gmail.com

 

Israel se encuentra bajo escrutinio internacional por genocidio, en un juicio promovido por Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia. Diversos expertos, entre ellos la relatora especial de las Naciones Unidas, Francesca Albanese, han expuesto lo que se puede denominar la anatomía del genocidio: pruebas contundentes de asesinatos selectivos de miembros de la comunidad palestina, ataques deliberados a su salud mental y destrucción sistemática de sus condiciones de vida, todo con el objetivo de asegurar su desaparición física. Desde el inicio de esta guerra, más de 32 mil personas han perdido la vida, siendo las mujeres y los niños los más afectados.

El pasado 17 de febrero, el presidente Bernardo Arévalo y el canciller Carlos Ramiro Martínez sostuvieron un diálogo con el presidente de Israel, Isaac Herzog, buscando estrechar lazos entre ambas naciones, reforzando una amistad que parece perdurar con el tiempo. Dicho esto, podría parecer casi natural la incondicionalidad de Guatemala con Israel, tras ser el segundo Estado en validar la creación del Estado Judío en 1947, casi instantáneamente después del visto bueno de Estados Unidos. Surge entonces la constante pregunta: ¿por qué deberíamos exigir una postura clara de Guatemala en este conflicto? ¿Qué tiene que ver nuestro país con esta problemática? ¿Acaso no enfrentamos ya suficientes desafíos?

Es aquí donde comenzamos a observar cómo las peras, las manzanas y las sandías parecen estar más conectadas de lo que podríamos imaginar, menos revueltas de lo que esperábamos. Durante esta larga relación, es interesante mencionar cómo Rolando Orantes (2023) expone que no es la primera vez que Israel se ve envuelto en prácticas genocidas. En realidad, durante la dictadura del general Efraín Ríos Montt,  en 1983, el jefe del Estado Mayor General del Ejército,  Héctor Mario López, afirmó: “Israel es nuestro principal proveedor de armas y el amigo número uno de Guatemala en el mundo”.

Según la investigación de Orantes, la asistencia israelí en Guatemala puede ubicarse desde 1971, durante el gobierno de Arana Osorio, incrementando su actividad a partir de 1977. Recordemos que,  entre 1982 y 1983, Guatemala enfrentó el período más terrorífico y el pico más alto de violencia dentro de los 36 años de Guerra Civil. Durante el “Holocausto Silencioso”, se promovió toda una campaña de represión sistemática y genocida. ¿Cómo olvidar la aparición del expresidente Otto Molina durante su gestión como mayor, exponiendo un modelo de los morteros de Tampella de fabricación israelí,  utilizados por las patrullas militares en la región Ixil en el año de 1982?

Aproximadamente, en este período, más de 200 mil personas fueron asesinadas y 45 mil desaparecidas; estudiantes, sindicalistas, civiles y campesinos eran secuestrados, desplazados y asesinados a diario. Todo ello, con los armamentos, especialistas de inteligencia, comunicaciones y métodos avanzados que Israel proveía a Guatemala, “probados con éxito en West Bank y Gaza, diseñados simplemente para aplastar a la guerrilla”, menciona el periodista Dan Rather en el programa Evening News. Dentro del mismo documento, se señala: “tratar a los indígenas como nosotros tratamos a los palestinos: no confíen en ninguno de ellos”, indica el periodista Rolando Orantes dentro de su investigación.

Ante este escenario, no está de más reconocer el constante intento de estrechez que el binomio actual pretende establecer con los pueblos originarios. Las mismas comunidades que hoy siguen resistiendo y luchando por recuperar la memoria histórica arrebatada por el genocidio patrocinado por Israel en Guatemala. En enero del 2024, durante una entrevista para el medio La Hora, presidente Arévalo mencionaba la importancia de brindarle espacio y atención internacional a este conflicto. Precedentes ya existen: Boric en Chile, Castro en Honduras, Petro en Colombia y Lula en Brasil. Entonces, ¿será esto una estrategia diplomática neutra o tan solo es el silencio cómplice?

La empatía no debería surgir solo de la similitud, sino de la coherencia de no poder ignorar lo que está sucediendo. Desde este lado, se seguirá esperando un pronunciamiento que honre no solo la dignidad, sino que también levante la voz con fuerza. ¡Del río al mar, Palestina Libre! Que esta frase resuene como un grito de justicia y libertad, que trascienda fronteras.

Referencias:

Roca, D. (2024, Febrero 19). Publicación en la plataforma X. Recuperado de: https://x.com/siempremar_ia/status/1759702694116086207?s=46Orantes, R. (2023, 27 de diciembre). Una amistad que perdura: relaciones históricas entre Guatemala e Israel. Pueblos. Recuperado de https://osalto.gal/revista-pueblos/una-amistad-perdura-relaciones-historicas-guatemala-israel

Schivone, G. (2017, 20 de enero). Israel’s shadowy role in Guatemala’s dirty war. Electronic Intifada. Recuperado de https://electronicintifada.net/content/israels-shadowy-role-guatemalas-dirty-war/19286

*Nota: La sandía tiene una significación simbólica relevante en la cultura palestina y en el contexto del conflicto palestino-israelí. En la cultura palestina, se percibe como un ícono de resistencia, firmeza y conexión con la tierra. Sus colores, verde y rojo, están vinculados a la bandera palestina y se considera un símbolo de identidad nacional y de resistencia de forma pacífica.

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