Jóvenes por la Transparencia

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Jorge Beteta
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“Cuando observes que la corrupción es recompensada y la honestidad se vuelve un sacrificio, sabrás que nuestra sociedad está condenada” – Ayn Rand –

Entre algunas de las definiciones que la Real Academia Española enlista cuando se busca la palabra “corrupción”, existe una que, a mi parecer, engloba a la perfección dicho fenómeno. Muchas veces, cuando escuchamos este término lo asociamos inmediatamente a la política, cuando en realidad sus raíces son muchísimo más profundas de lo que aparentan ser.

Hace algunos años, un fulano exmandatario, cuyo nombre no será necesario decir, dijo en una entrevista: “No sé si ha visto un video… donde se habla de hasta un enorgullecimiento de la persona cuando se filtra adelante en la cola, cuando roba señal de cable, cuando toma un tipo de acciones que, definitivamente, dentro de nuestra ética, decimos eso no se hace, pero lo hacemos continuamente y cotidianamente”.
Asimismo, aseverando que: “Tal vez todo eso es parte de una corrupción que se ha vivido en el país, una corrupción que, de una u otra forma, en Latinoamérica, Guatemala y muchas partes del mundo, se ha considerado como normal”. (Soy502, 17/06/2017) En su momento, todo el mundo brincó por la aseveración vertida por el expresidente, criticando que afirmara que la corrupción es un fenómeno normal en nuestro país. Sin embargo, lejos de pretender mostrar nuestra indignación rasgando nuestras vestiduras, deberíamos cuestionarnos: ¿Qué tan cierto es esto?

Pues bien, es en este momento en el que resulta importante traer a colación la definición a la que nos referíamos, anteriormente, de la corrupción. La RAE nos indica que es el “Deterioro de valores, usos o costumbres”. Por lo tanto, cuando nos vanagloriamos de poder adelantarnos en el tránsito, incluso llegando a transitar en contra de la vía, o cuando nos orgullecemos por “ponerme vivo” y meternos en la cola cuando alguien se distrae, en ese momento estamos siendo corruptos.

Ahora bien, estimado lector, es nuestro único deber como ciudadanos comenzar a analizar el cambio que estamos, no solo dispuestos, sino urgidos de hacer en nosotros mismos. No podemos seguir observando cómo la corrupción es recompensada, o jactándonos de nuestras acciones, y después indignándonos cuando alguien más lo hace. Lo invito hoy a que haga introspección y determine qué tanto aval otorga usted a sus acciones, la de sus hijos, pareja, hermanos o demás personas cercanas a usted. Si identifica alguna, aunque sea la más mínima, procure cambiarla.

Séneca dijo: “No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Hoy nos encontramos en una etapa de nuestra vida, como ciudadanos, que es decisiva para nuestro futuro. Nos encontramos a poquísimo tiempo de las fiestas electorales. Es por ello que insto a cada lector a atreverse, siempre que tenga la oportunidad de ser crítico públicamente; no dejar pasar por alto esos “pequeños” actos de corrupción que antes permitía. Son actos en los que será difícil alzar la voz, pero, si no somos nosotros, ¿quién lo hará?

No podemos quedarnos sentados esperando que alguien más libre nuestras batallas. Hoy existe una pluralidad increíble de opciones electorales, pero queda muchísima más gente que, ante tanta variedad, se resigna a que siempre son las mismas opciones. Seamos nosotros ese parteaguas que permita orientar a aquellas personas que, comprensiblemente, ante la mala gestión política se han resignado a ser simplemente espectadores de la tragicomedia que se ha vuelto nuestro escenario político. Es importante accionar dentro de nuestro círculo social y comenzar un cambio genuino, internamente, para poder después ver reflejado el cambio social.

Estimado lector, el presente artículo es una invitación a cuestionarnos sinceramente si nosotros hemos contribuido a esa normalización de la corrupción, deteriorando valores, usos y costumbres por un beneficio personal. A atrevernos a afrontar valientemente la monotonía y resignación, tanto propia como ajena, y a tomar esas acciones difíciles que requiere nuestro país en este momento. Somos nosotros y solamente nosotros los que podemos llegar a marcar un cambio profundo en Guatemala.

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