Jóvenes por la Transparencia

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Jorge Manuel Beteta Carías

FB: Jorge Beteta – bcjorgem@gmail.com
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Según cuenta la tradición, las antorchas patrias, que son encendidas y llevadas cada 14 de septiembre, representan la travesía que los jinetes realizaron a través de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, para llevar la noticia de la independencia del Reino de España. Es entonces plausible afirmar que la antorcha representaba esa luz de esperanza, de un país que, después de una dura gestación, comenzaba a vislumbrar el origen de su propia historia. Sueños de crecimiento, desarrollo, libertad e independencia fueron el combustible, aquel septiembre de 1821, que encendieron esa luz, en este caso, en Guatemala.

Sin embargo, a un año de haber celebrado el bicentenario de la independencia de nuestro país, es importante cuestionarnos si esa luz, que año a año se ha conmemorado e incorporado a la tradición patriótica de Guatemala, se ha mantenido fiel a su origen. Lastimosamente, a 201 años de esa celebración, nos encontramos en una Guatemala que se ha desviado de su camino. Nos encontramos en una Guatemala en la que la libertad periodística se ha visto atacada y la libertad estudiantil vulnerada. Una Guatemala en la que nuestra clase política no ha logrado cumplir ese fin noble al cual, en la teoría, está destinada.

Empero, ¿somos ajenos los ciudadanos “comunes” a lo que ha sucedido con nuestros dirigentes? Lastimosamente, no. Por el contrario, lejos de señalar únicamente a la clase política como la nefasta decepción a la que nos hemos acostumbrado, como jueces que se limitan a determinar quiénes son culpables, debemos recordar que si ellos han llegado a los curules o sillas presidenciales, ha sido únicamente porque nosotros, a través de las urnas, les habilitamos el camino.

Hoy nos encontramos en un mes patrio, cercanos cada vez más a las fiestas electorales. A usted, estimado lector, le invito a analizar la situación actual en la que nos encontramos, y, desde su individualidad, hacer su parte para encaminar nuevamente a Guatemala a esos sueños de independencia, libertad, desarrollo y crecimiento. Estimado lector, la solución únicamente se puede encontrar participando todos juntos en un análisis crítico, un diálogo abierto y con la mira en esos sueños.

Ha sido evidente cómo, al momento de acercarse “las elecciones”, en redes sociales y, en general, en la sociedad comienza a manifestarse una polarización de la ciudadanía. Hemos crecido en un ambiente que ha sido hostil con el diálogo y no hemos aprendido a generar una discusión objetiva. Será importante, en este mes patrio, establecer esos vínculos de ciudadanía que tanto hacen falta en nuestro país. Lo invito a conversar objetivamente con cualquier persona sobre la situación del país, así como también a darle la oportunidad a una idea contraria a la suya de manifestarse. Es menesteroso que dejemos atrás esa resignación que hemos arrastrado por generaciones, donde creemos que todo está perdido.

Es preocupante ver cómo ese fuego de liberación, que hace casi 200 años llevaron esos jinetes a los rincones de Centroamérica, ha cambiado con una Guatemala consumiéndose cada vez más. Pero creo que es más preocupante cómo la ciudadanía guatemalteca: jóvenes, adultos y ancianos, hemos permitido que eso suceda; solapando esa degradación con nuestra indiferencia. Es cierto, una sola persona no va a cambiar a Guatemala. Lo que necesitamos cambiar es esa mentalidad pasiva y resignada que hemos aprendido a aceptar. Debemos levantar la mirada, sin miedo a que el mañana nos ciegue; a levantarnos sin miedo a lo que pueda suceder por resonar entre la uniformidad de la indiferencia que nos ha caracterizado.

Estimado lector, cambiemos ese fuego que consume a nuestro bello país y devolvámoslo a ese fuego insignia y esperanzador. Cierro esta opinión con dos frases que quiero dejar en su pensamiento: “Todo lo que siempre quisiste, está al otro lado del miedo” – George Adair – y “No sé si realizaré progresos; pero prefiero la falta de éxito, a la falta de fe” – Séneca –. En estas fiestas patrias, estimado lector, sobrepongámonos al miedo, tengamos fe, y devolvámosle a Guatemala ese fuego esperanzador.

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