Meylin Guisela Mendizabal
IG: m._mendizabal
meylin_mend@outlook.com
*Soy estudiante de Relaciones Internacionales y he asumido mi responsabilidad de acciones en dirección de una mayor igualdad. Creo firmemente que, intercambiando ideas, todos podemos alcanzar la libertad y justicia anhelada.
*Soy estudiante de Relaciones Internacionales y he asumido mi responsabilidad de acciones en dirección de una mayor igualdad. Creo firmemente que, intercambiando ideas, todos podemos alcanzar la libertad y justicia anhelada.
Hace mucho tiempo existió una región de hermoso entorno biológico y ecológico, habitada por una civilización que nutrió la ciencia y el arte, desarrolló su propio sistema de gobierno, construyó majestuosos monumentos y se especializó en la agricultura. Quizás no era del todo perfecta, pero había alcanzado un nivel tan alto de civilización que era digna de elogios.
Un día, un grupo de personas llegó a este territorio y, al ver la riqueza que poseía, sus corazones se llenaron de ambición. Cegados por el materialismo, dirigieron sus deseos a un período de sangrientas batallas y enfrentamientos con los pueblos nativos. Desafortunadamente, los habitantes fueron sometidos y los territorios fueron conquistados. Su victoria impuso un reino que ignoró los logros de esta civilización que fue casi extinguida.
Con el tiempo, dentro de ese reino, surgieron muchas divisiones políticas entre facciones emergentes de élites liberales y conservadoras, lo que condujo a la independencia de la región. Sin embargo, la «independencia» no trajo libertad, sino que abrió la puerta a dictaduras, revoluciones y un período de guerra civil económica y política, de la que todavía persisten las réplicas.
¿Te suena la historia? Decidí recordarla porque una nación nunca debe olvidar su pasado. En cambio, siempre debe recordar sus antecedentes y las grandes hazañas y sacrificios de sus antepasados. Durante la construcción de nuestra identidad muchas personas dieron sus vidas y merecen que las guardemos en nuestra memoria Siempre hay una lección que aprender de todos los individuos que estuvieron involucrados en el pasado.
Los desafíos que los guatemaltecos enfrentamos hoy no son más que un legado histórico de una marcada franja de pobreza y desigualdad. Nunca debemos olvidar nuestro pasado. Como ciudadanos debemos saber cuándo y por qué ocurren tiempos de prosperidad y adversidad. Recordarlos es la única manera de aprender de las consecuencias de las decisiones que tomamos. Nuestro pasado moldea qué o quiénes somos hoy.
El hecho de que mencione este tema es en beneficio de la retrospectiva. La historia de Guatemala aún se está escribiendo, y como en todo relato hay protagonistas y extras. Y ni tú ni yo somos extras ¿Por qué dejar que alguien más decida nuestro destino? Tomemos la iniciativa, escuchémonos, aprendamos unos de otros, reconozcamos las inquietudes y dejemos atrás esa vieja sociedad que guía nuestra vida bajo el pretexto de cualquier prejuicio y desgracia.
El mensaje que estoy tratando de transmitir es conocer la historia de nuestra nación para ayudar a formar ciudadanos que no se puedan obtener de otra manera. Como leí una vez: “La historia es para un pueblo lo que la memoria es para el individuo; y la memoria, expresa o inconsciente, guía los actos de todo ser sensible”.
Si bien pensar demasiado en nuestras acciones pasadas a menudo puede detenernos, hay algunas cosas que no debemos olvidar, como nuestra historia. El comienzo de la comprensión del modelo social es a través de esta. Conocerla nos hace individuos estables y completos. Guatemala tiene una rica historia que merece recordar y grandes ideales por los que luchar. Pero si la historia y los ideales existen solo en los cuentos de hadas, no alcanzaremos nuestro: “y vivieron felices para siempre”. Vivamos nuestra herencia y nuestros ideales.