Jóvenes por la Transparencia

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José Caxaj Laguardia

Estudiante de Relaciones Internacionales. Encuentra su pasión en diseñar y construir futuros posibles en la Nueva Guatemala por medio de su incidencia en la política nacional e internacional.

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Como guatemalteco siempre he anhelado ver a mi país con las características de un Estado moderno del siglo XXI. Sin embargo, los rasgos anacrónicos de un Estado patrimonial persisten dentro del país en el cual vivo. El patrimonialismo, aquella forma de dominación que ha perdurado intrínsecamente en el desempeño del aparato estatal, le ha provisto a aquel que alcanza el poder (Señor) los medios para ejercerlo en virtud de su razón. Se caracteriza por percibir al poder político como un medio para ejercer dominio y adaptar a la administración estatal con el fin de cumplir con las exigencias personales del Señor. Es decir, la administración pública pasa a ser una administración privada que persigue alcanzar objetivos e intereses arbitrarios.

Para el bien de algunos o el mal de otros, el gran tamaño del aparato estatal y la ausencia de un Estado de Derecho le permiten al Señor lograr con facilidad el monopolio del poder. Debido al desarrollo burocrático, el Señor encuentra con facilidad la obediencia de los sometidos por medio de la legitimidad que obtiene de ellos al proceder con el nombramiento de individuos afines para que ocupen cargos dentro del aparato estatal. Esto añade un factor importante para poseer los mecanismos necesarios a su disposición con el fin de alcanzar sus objetivos e intereses, ya que los sometidos ahora dependen y están al servicio de él. Asimismo, la permanencia del Señor no depende solamente del desarrollo burocrático dentro del Estado, sino del apoyo de las fuerzas de coacción que se encuentren activas durante su mandato. De no contar con dicho apoyo se podría desarrollar una crisis de legitimidad y provocar constantes conflictos debido a luchas internas por el poder.

Estados como el nuestro, suelen ser terrenos fértiles para la centralización de rígidas estructuras gubernamentales que permiten reconstruir y adaptar las estructuras clásicas de burocracias patrimoniales. Este tipo de formación de monopolios públicos suelen ser el principal impedimento del aumento de capitales dentro de una sociedad y, por ende, del desarrollo de un capitalismo caracterizado por el respeto a la propiedad privada, el libre mercado y la libre competencia; constituyéndose, así como el principal detractor del progreso dentro de una nación. Un Estado el cual no comprende la importancia de defender y respetar la propiedad privada, es un peligro inminente para las libertades de cada uno de los ciudadanos que lo habitan y conforman. Por ello, el patrimonialismo se traduce como el principal flagelo que le impide al Estado guatemalteco constituirse como aquel Estado moderno que algunos anhelamos.

A lo largo del tiempo hemos percibido cómo durante cada proceso electoral la estructura estatal se reajusta a los intereses de las líneas corporativistas (modo de participación política en la que dirigentes y grupos sociales se interrelacionan para afianzarse en el poder y sostener su legitimidad) que utilizan al Estado como su propiedad o patrimonio. Por ello es fundamental que como ciudadanos de una Nueva Guatemala nos formemos e involucremos, con el ímpetu de revitalizar la administración pública y finalizar con la lógica patrimonial dentro del aparato estatal, propiciando el respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales bajo un Estado de Derecho revigorizado. No podemos continuar aceptando un Estado anacrónico si deseamos obtener futuros de progreso y desarrollo, es necesario afrontar la responsabilidad que tenemos como generación del presente para propiciar un legado de esperanza para aquellas generaciones del futuro que, desde ya, aguardan por un Estado moderno del siglo XXI.

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