Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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“Semilla va a llegar al Congreso sin partido, sus diputados no podrán ser parte de Junta Directiva y comisiones de trabajo y se presentarán antejuicios contra diputados del partido por el tema de las firmas”. Ese era el escenario que hasta los operadores del sistema veían como más probable toda vez que la segunda vuelta se iba a llevar a cabo por orden de la Corte de Constitucionalidad (CC).

“Si la gente vota, Semilla va a ganar porque Sandra es una máquina para hacer Presidentes”, expresaban los operadores del sistema y por eso invirtieron tanto tiempo y recurso en tratar que simplemente no hubiera segunda vuelta.

La CC, vía la ponencia de un excandidato a la Vicepresidencia de quien en esta elección quedó en un lejano sexto lugar, establecía que se suspendía la segunda vuelta. Solo al verse descubiertos, cambiaron el texto y no la suspendieron. Optaron por decir que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no podía oficializar hasta hacer el cotejo de actas y abrían la puerta al conteo de votos que no lograron.

En otras palabras, muchos de los operadores del sistema se resignaron a que si había segunda vuelta Arévalo iba a ganar, pero nunca se imaginaron que Consuelo Porras, vía Rafael Curruchiche, se iba a inmolar, meter a un callejón sin salida y tomar acciones que hasta comprometen la macroeconomía del país.

El Ministerio Público (MP) puede y debe investigar, pero lo deben hacer en el marco de la ley, para buscar la verdad y no para satisfacer agendas. Se debe indagar qué fue lo que sucedió y quienes son responsables (el partido esgrime que ellos presentaron una denuncia) pero los deseos de investigación no pueden estar motivados porque los actores del MP se sienten al descubierto por hechos que han cometido y no digamos por una posible carta de renuncia que pudo haber firmado Porras como condición para ser reelecta.

Hay al menos 18 denuncias similares a las de Semilla, no se reportan avances y ninguna de esas ha pasado a la FECI o existe un nivel de empecinamiento como el que ahora se tiene con el partido que llevará al poder al hijo del expresidente Arévalo.

La denuncia de Semilla la presentó el TSE en el 2019. ¿Por qué caminó solo cuando el partido estuvo en segunda vuelta? Está claro que Alejandro Giammattei y Miguel Martínez metieron sus manos en el proceso con el afán que llegara alguien con el que pudieran negociar impunidad y la paz necesaria para gozar de los frutos de la presidencia en paz.

Pero la gente se hartó y votó por la opción que sintió menos alineada al sistema. Se inclinó por la opción que hablaba de enfrentar la corrupción que tanto nos quita, la impunidad que encuentra en los sicarios a los sinónimos de los jueces y la podredumbre que nos roba oportunidades.

Guatemala no va a cambiar solo por un partido, por un Presidente o por una elección. Va a cambiar cuando los guatemaltecos seamos capaces de articularnos para defender la democracia y para hacer lo necesario con el afán que la vida en democracia signifique cambios y ajustes que nos permitan que el Estado vuelva a servir al ciudadano de forma integral.

Porras y su empecinamiento vía Curruchiche y Cinthia Monterroso está caldeando los ánimos, preocupando a quienes siempre le dieron el beneficio de la duda y exacerbando a quienes sienten que su voz en las urnas no vale de nada.

Giammattei necesita jugar sus propias cartas para ver cómo llega al 14 a las 14, como protege a Martínez y no sería raro, con los niveles de traiciones que hemos visto para Allan Rodríguez y Silvia Patricia Valdés, que haga uso de la posible y famosa carta y la renuncie un día porque su empecinamiento está descarrilando hasta los caminos de la impunidad.

Si vamos a lograr ponernos de acuerdo para que haya avances en los próximos 4 años, debemos empezar por acordar la forma en la que no dejaremos que Porras, Curruchiche y Monterroso ignores las voces expresadas en las urnas y se carguen la democracia de Guatemala.

Nos merecemos mejor.

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