Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Durante 12 años, la alianza que hoy controla Juan Orlando Hernández y que derivó en una banda con lazos al crimen organizado, la corrupción y al narcotráfico que hasta terminó en un señalamiento de Estados Unidos al Presidente hondureño, tuvo un poder que ahora parece escurrirse como agua entre las manos.
Un apagón al inicio del conteo (como aquel que se dio cuando Arzú ganó la Presidencia) y la pausa que desde la mañana de ayer duró todo el lunes en torno al recuento de votos, generan enormes sospechas de lo que pueda estar haciendo el régimen para intentar retener el poder luego de lo que parece ser un gran revés electoral; hay quienes se temen lo peor.
He platicado con personas de Honduras, desde empresarios hasta trabajadores, y todos coinciden que esta elección estaba marcada por los extremos: Por un lado una mafia organizada que tenía controlado y secuestrado todo el aparato del Estado y por el otro, “otra mafia” que fue sacada a patadas del Gobierno y que ahora se lanzó con todo para marcar los contrastes.
Un empresario que me pide no lo cite por nombre dice: “Estábamos jodidos. No querés votar por el grupo del crimen y la corrupción, pero Xiomara tampoco es la respuesta que necesita una Honduras que mire al futuro más que al pasado”.
¿Cuánta gente votó por Xiomara Castro, la esposa de Mel Zelaya, convencida que era la solución para transformar Honduras o simplemente para romper el molde del oficialista Partido Nacional? Es la pregunta a la que muchos buscan una respuesta.
La gente se hartó y mi impresión es que muchos vieron en Castro la salida a lo que estimaban un problema mayor, pero no a la solución que necesitan países como los nuestros. Así llegó Jimmy Morales y Alejandro Giammattei al poder y miren el desastre que ha sido.
Sus actuaciones han sido las que están permitiendo el espacio para que los radicalismos dominen la agenda. Necesitan exacerbar el tema ideológico para proteger al sistema. Mientras más se centre la gente en “izquierda vrs. derecha”, más fácil es hacer los negocios, no hablar de los problemas de fondo, gozar del dinero mal habido, usar un sistema en beneficio propio y en detrimento de los buenos.
Nadie en Honduras conectó con el electorado para ofrecer una tercera vía, para encender la esperanza y sobre todo para hacer entender a la gente que las transformaciones no dependen solo de sus líderes, sino de los ciudadanos que empoderados se dedican a hacer lo propio, todos los días y en el marco de la ley.
A ambos candidatos punteros en Honduras les convenía jugar más a exacerbar el miedo e hicieron que la gente escogiera basada en ese mismo miedo (valga la redundancia), pero nadie se ocupó de darle salidas reales a la gente porque mi impresión que los Zelayistas van más por venganza que por reencauzar un país.
Y por mucho que controle alguien un sistema, por más que lo manoseen a su antojo y por más que lo controlen con maneras ilegales, la gente se termina hartando y en ocasiones, las urnas son el escaparate.
Eso lo entendió Daniel Ortega y por eso se lanzó por todas para asegurar las elecciones sin sobresaltos y eso es lo que algunos están aquí frotándose las manos, pensando a quienes sí y a quienes no dejarán correr en las próximas elecciones.
Si no entendemos que en los extremos pierden los guatemaltecos más conscientes y comprometidos, veámonos en el espejo de Honduras y Nicaragua porque serán nuestro presente en poco tiempo.