Somos muy dados a usar dobles raseros para analizar lo que hagan otros, cayendo en el vicio de ver como muy grave lo que ejecuta alguien que no nos simpatiza, pero haciéndonos de la vista gorda o, por lo menos, siendo menos severos para juzgar si el ejecutor de idéntica acción es alguien de nuestro cariño o simpatía. Digo lo anterior por la noticia publicada por el diario El País de España sobre la investigación criminal que se iniciará contra el equipo Barcelona FC, señalado de haber hecho fuertes desembolsos a una empresa que era propiedad del entonces Vicepresidente de la Comisión de Árbitros de La Liga.
No es un secreto ni ninguna novedad que en el deporte profesional se juegan muchísimos intereses y que el dinero es una pieza clave de toda la operación. Las multimillonarias sumas que ingresan y se gastan en los equipos terminan siendo una enorme tentación y son muchos los casos que se han dado de utilización incorrecta de los fondos. Aquí mismo, en Guatemala, el merengue que se ha armado alrededor del tema del Comité Olímpico y de la Confederación Deportiva Autónoma es ilustrativo para ver todo el mar de fondo que hay en ese apasionante mundo.
Yo soy aficionado al fútbol y el equipo español que me simpatiza es el Barcelona, pero no por ser parte de su afición puedo andar buscando excusas para justificar de alguna manera lo que hicieron sus dirigentes. Es imposible determinar cuánto efecto pudo tener ese dinero en el comportamiento de los diferentes árbitros mientras se estuvo pagando al vicepresidente de la Comisión, pero en cualquier caso es evidente la intención de soborno, por mucho que se quieran dar mil explicaciones.
En la vida no basta con ser honrado, sino que también hay que aparentarlo, solían decir nuestros antepasados en la época en que el prestigio y el honor todavía tenían importancia y persistían como una elevada aspiración de los miembros de la sociedad. Ahora, en el mundo en que nos está tocando vivir, la honestidad dejó de ser un valor y hay quienes hasta la consideran característica de los babosos porque como tanta gente avanza haciendo cochinadas, tonto el que se queda atrás porque no está dispuesto a hacerlas.
Soborno es soborno, no importa el disfraz que se le ponga a la operación. Y lo mismo merece condena si lo hace alguien afín a nosotros o alguien con quien no tenemos relación, amistad ni afecto alguno. No podemos ser severos para criticar a unos por un hecho en concreto y tolerarlo en otros simplemente porque les tenemos simpatía. Para mí lo mismo es que el Barcelona o el Madrid hagan cochinadas, porque en cualquier caso eso de andar comprando árbitros, de la manera que sea, es detestable y denigrante para el deporte y para el equipo que incurra en tales prácticas.
Día a día vemos que la opinión pública usa dobles raseros para juzgar hechos similares y, lo peor, que hasta la justicia cae en ese mismo vicio. Pero debemos ser absolutamente parejos y cualquier acto de corrupción, aunque sea cometido por alguien que me cae bien, debe ser condenado.