Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Durante 14 años consecutivos los guatemaltecos estuvieron sufriendo los efectos de una dictadura en la que todo el aparato del Estado fue puesto al servicio de los caprichos de Jorge Ubico, sin la existencia de ningún asomo de Estado de Derecho para garantía de los derechos ciudadanos. Los tres poderes del Estado marchaban al ritmo impuesto por el tirano y ni los diputados ni los juzgadores podían actuar con la necesaria independencia para garantizar nada más que la voluntad de quien era, también, Jefe de Jefes.

A inicios de 1944 nadie hubiera podido anticipar alguna reacción ciudadana. Vale la pena la lectura del maravilloso libro de Manuel Galich en el cual describe, como el título lo dice, esa forma peculiar de reacción ciudadana capaz de provocar la mutación social para pasar “Del Pánico al Ataque”, al punto de provocar la renuncia del endiosado tirano a mediados de año y una reacción final, el 20 de Octubre de ese año, para poner fin al apéndice de la dictadura, encarnada en Federico Ponce Vaides.

Hoy hace exactamente 78 años, un grupo de 14 estudiantes universitarios se constituyeron en la vanguardia del movimiento llamado a poner fin a lo que parecía interminable. Porque tras la renuncia de Ubico y la designación de Ponce no amainó el abuso del poder y de la represión, pero esa chispa de dignidad surgida en las aulas de la Universidad de San Carlos dentro de una juventud con dignidad, dispuesta a terminar con la dictadura, hizo posible todo un movimiento libertador y capaz de darle cara vuelta al país para implementar la democracia y el respeto a la ley.

Así como ahora el Congreso marcha al ritmo marcado por Giammattei y su jefe de jefes, el de Ubico hacía exactamente lo que él quería y no había un juez capaz de resolver de forma que pudiera disgustar al amo. El pueblo estuvo de rodillas durante 14 años, así como ahora está de rodillas ante la dictadura de la corrupción, volteando la vista a otro lado para no “meterse en babosadas” y centrarse en su propia subsistencia, convencido de que no había remedio a esa penosa situación.

Fue un puñado de ciudadanos, entre estudiantes, profesionales, trabajadores y empresarios, la semilla de un movimiento cuyo destino parecía totalmente incierto por el peligro de la represión. Pero llegó a ser tanto el asco por el papel despótico y la sumisión de todo mundo a los caprichos de la autoridad que se logró vencer el pánico para pasar a una situación de ataque inimaginable apenas unos meses antes.

Nada hay más dañino para un pueblo que esa total cooptación de toda la institucionalidad pública, situación terrible cuando es simplemente para complacer los designios y gustos de un tirano, pero muchísimo peor y más grave cuando es la corrupción la razón esencial de esa concentración absoluta del poder. Hasta los tiranos más funestos tienen en ocasiones mentalidad de estadistas y toman decisiones pensando en el país de cuyo control presumen, pero cuando la tiranía es única y exclusivamente para enriquecer a los ladrones empoderados, el costo y el daño es irreparable, situación para meditar hoy, a 78 años de distancia de la llamada gesta de Octubre.

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