Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Justo antes de que se terminara de organizar la tormenta Julia en su ruta hacia Centroamérica, Social Progress Imperative publicó su último reporte sobre desarrollo humano y en el mismo aparece Guatemala en el último lugar de Centroamérica, no obstante a ser una economía pujante y una de las mayores de la región, lo cual evidencia no solo la desigualdad existente, sino la desidia de las autoridades para ocuparse del tema. Salta a la vista la ausencia de alguna política pública enfocada a atacar esa problemática y eso se traduce en un vergonzoso índice de 49% de la población sufriendo desnutrición crónica y con los indicadores de pobreza situados en el 59% de los habitantes.

Toda tormenta tiene efectos devastadores en los territorios afectados por el disturbio tropical, pero cuando quienes lo padecen se encuentran en un tan alto nivel de vulnerabilidad se magnifican esos efectos y, lo peor de todo, esas víctimas pierden sus poquísimas posesiones y eso es generador de enorme preocupación. Ayer escribí yo sobre el significado de tanta pobreza y el efecto de una tormenta entre quienes la padecen y sufren día a día; tristemente los efectos de Julia están demostrando, por enésima vez, cómo los más afectados y quienes más pierden son quienes menos tienen y para ellos el Estado de Calamidad no tendrá ningún efecto porque ya sabemos para qué se declaran.

Hablar en nuestro país de la necesaria promoción del desarrollo humano genera muchas ronchas dentro de ese clima de polarización causante de tanto daño. La justicia social resulta siendo una prédica izquierdista, en vez de tomarse con una auténtica responsabilidad de todos y de entenderla como uno de los peores efectos de la perversión de la función pública pues, precisamente, el Estado abandona su función esencial de promover el bien común porque el centro, el meollo y eje de todo está en los negocios de la corrupción.

Y a los corruptos les cae como anillo al dedo el poder encasillar cualquier propuesta para mejorar el desarrollo social como parte de esa “agenda izquierdista” señalada por aquellos industriales autores del listado de los medios de comunicación causantes de su disgusto, precisamente porque ponen el dedo en la llaga sobre esa condición inaceptable de abandono prevaleciente y que se nota, magnificada, cuando viene un desastre natural como Julia, generando en muchos lugares del país, abandonados del todo, los mayores estragos.

Si analizamos la agenda política de aquellos candidatos al abordar los temas nacionales, veremos cómo nuestra condición de últimos de la región en desarrollo humano no los inmuta ni los mueve a proponer medidas y acciones para darle vuelta a esa situación. Y es que, de nuevo, solo andan persiguiendo ganarles a todos los que ya ocuparon la presidencia para robar millones y por ello cada uno resulta peor para el país.

Debemos abrir los ojos viendo los efectos sociales de esta tormenta, causante de dolor y pérdidas entre los más pobres y necesitados, para darnos cuenta de cuán urgente es hacer algo para revertir ese abandono secular tan dañino y doloroso.

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