Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Hoy hace 125 años nacía Clemente Marroquín Rojas en las faldas del cerro Jumay en el departamento de Jalapa, en lo que fue el inicio de una agitada vida que se vio marcada por su lucha contra toda forma de tiranía, lo que le costó enormes sacrificios personales pero le convirtió en uno de los periodistas más importantes de la historia del país. Tras sus primeros años de vida en el oriente de Guatemala, sus padres lo enviaron a la capital, en plena época de la dictadura de Estrada Cabrera, donde no solo empezó su sólida formación académica, sino también se fue moldeando ese carácter reacio a aceptar imposiciones de nadie.

Fueron años intensos en los que por ser pueblerino tuvo que darse a respetar con firmeza y ello le valió también para forjar amistades que habrían de durarle toda la vida. Sus memorias o Recuerdos de un Remichero están llenas de interesantes anécdotas de aquellos años en los que el temple que ya había empezado a forjar con su padre Jesús, pero, especialmente, con su madre Dominga, se consolidara para ser una peculiar huella de su personalidad.

En los últimos meses he pensado mucho en él porque creo que la Guatemala que nos está tocando vivir es en muchos sentidos peor que aquella de la primera mitad del siglo pasado, cuando él, siendo aún muy joven, fue uno de los actores importantes de la lucha que culminó con el fin de la tiranía de Estrada Cabrera y que luego le marcó dolorosamente con el exilio de 14 años en los que se mantuvo luchando contra la tiranía de Jorge Ubico.

Y es que el ingrediente especial de la nueva dictadura, que no es de un tirano sino de un sistema, es la corrupción que él también detestó y combatió frontalmente. Cuando se tienen tantos sueños e ideales como los que él tenía para su Patria, no puede nadie morir tranquilo con la sensación de que se cumplió con el deber porque siempre queda algo por hacer y quedan sueños por realizar, pero no cabe duda que entre la Guatemala que vio al nacer y la que dejó al morir, hubo épocas de progreso en los que él algo tuvo que ver.

Yo tuve una suerte especial en el trato con él porque habiéndose perdido parte de la niñez y toda la adolescencia de su primer hijo, mi padre, cinco años después de su regreso del exilio nací como su primer nieto hombre lo que marcó una estrecha relación que tuvo tanto que ver con mi vocación y mi formación.

Durante muchos años y con la casa que él me dio enfrente de la suya, todos los días había largas pláticas y también discusiones en las que contrastábamos la peculiar visión de cada uno sobre el país. Yo respetaba y entendía su conservadurismo, propio de la época en la que se formó, y él entendía mi postura distinta en temas sociales, aun haciéndome saber que en ciertas cosas no nos íbamos a poner de acuerdo, sin que ello enturbiara la relación o interrumpiera esa parte de mi formación que no hubiera encontrado en ninguna parte.

Y al ver la Guatemala de hoy renuevo, gracias a su inspiración, mi compromiso de luchar contra lo que la destruye poniendo, como él decía, alma, corazón y huevos.

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