Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Luego de la columna que escribí la semana pasada respecto al problema de la falta de orden del tránsito en Guatemala, que se traduce en enormes riesgos para todas las personas, recibí varios comentarios pero me llamó la atención en especial el de un lector que me explicó que ha tratado de hablar con las autoridades municipales encargadas del tema sin éxito. El señor Eduardo Mazariegos me envió un mensaje que dice así: “Buenas tardes Lic. Marroquín: Leí su columna en internet. Desde hace meses estoy pidiendo una cita con el responsable de la PMT para saber porqué todos los días se violenta el Estado de Derecho al vulnerar las leyes de tránsito en frente de las autoridades. Algunos empleados me han dicho que son órdenes de arriba. Ahora es común que enfrente de los edificios, aunque esté pintada la línea roja, la gente se parquee como Juan por su casa. Molesta el uso abusivo del carril exclusivo del Transmetro. Las motos un caos total y súmele ahora mujeres y adolescentes. Hay mucho por hacer y tengo varias ideas pero son inaccesibles; solo la alcaldesa auxiliar de zona 1 me ha recibido y me indicó que las órdenes vienen de la central. Solo se necesita educación, disciplina y una autoridad solvente que supervise. A sus órdenes”.

Efectivamente, creo que no existe ningún interés ni hay instrucciones a los agentes para que procedan a obligar al cumplimiento de las normas. El mismo día que recibí el mensaje, en la 20 calle de la zona 10 capitalina, un motorista sin casco se desplazaba a una velocidad impresionante metiéndose entre los vehículos que respetaban los carriles y rebasó en tales condiciones a dos agentes de la PMT que se desplazaban también en una moto y ni siquiera se dignaron en mirar al imprudente porque ellos iban muy entretenidos en su propia plática, tan distraídos como muchos de los conductores que no ponen la menor atención.

Sé que el Alcalde tiene una enorme cantidad de problemas y temas que demandan su atención y que para ello están los jefes de cada una de las direcciones o departamentos, pero cuando se trata de un asunto en el que está de por medio la seguridad ciudadana debiera tomarse el tiempo de dar instrucciones precisas para que los agentes sean instruidos de manera que entiendan que no se puede seguir fomentado esa actitud irresponsable. El motorista del cuento pasó a lado de los dos agentes con una ruidosa moto y ellos no se inmutaron ni le pusieron la menor atención y eso es lo que diariamente uno puede ver en cualquier crucero donde hay agentes.

Yo reconocí siempre el efecto positivo que tuvo la acción enérgica de la PMT para obligar al uso del cinturón de seguridad y la manera en que se limitó el uso de los celulares mientras se conduce. Todo ello por acciones firmes para detener y sancionar a los que estaban faltando a la norma. Pero en el caso de los motoristas no hay ninguna acción, ningún mínimo esfuerzo por obligar al cumplimiento de las leyes y reglamentos, lo que se traduce en esa anarquía peligrosa que nos afecta a todos.

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