Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Uno de los elementos esenciales para la seguridad vial es el respeto irrestricto a las normas de tránsito por los conductores de cualquier tipo de vehículos. Aún en las horas de mayor congestionamiento todo se complica cuando se producen los tradicionales abusos que se dan en un medio en el que quien respeta las reglas termina siendo un pendejo porque todos los que no lo hacen parecen sacarle ventaja.
Desafortunadamente no tenemos mecanismos para forzar el cumplimiento de las diferentes leyes y reglamentos lo que genera una total anarquía que se caracteriza porque cada quien hace lo que le da la gana.

Esta semana un amigo manejaba dentro de los límites de velocidad en una de las avenidas del centro de la ciudad cuando, de pronto, un motorista se pasó un semáforo en rojo y no pudo esquivar al vehículo que llevaba la vía. El porrazo fue tremendo y el imprudente resultó seriamente golpeado tras la destrucción de su moto, de un semáforo y enormes daños al automóvil. Por supuesto que quien maneja moto generalmente carece de seguro y por lo tanto es imposible esperar que pueda hacerse cargo de cubrir los daños causados por esa tan común imprudencia que muestran muchos motoristas al pasarse como si nada los semáforos en rojo, sobre todo en arterias que ellos consideran como de tráfico menos denso.

Manejar en toda la ciudad implica tener que andar haciéndose los quites de esos motoristas que no respetan carriles ni ninguna norma o ley de tránsito y que se meten entre los carros a toda velocidad jugando con su propia vida pero también poniendo en riesgo a los demás, que circulan contra la vía cuando se les ocurre y para quienes los semáforos son tan solo un adorno. Yo nunca he visto que algún policía de tránsito se preocupe por detener a alguien que de esa manera está generando tanto peligro, sobre todo ahora que como que andan ávidos de dinero porque por todos lados encuentra uno retenes en los que están deteniendo automóviles para notificarles de multas misteriosas que nunca fueron notificadas pero que se sacan de la manga y, con POS en mano para pasar la tarjeta de crédito, le indican al conductor que puede seguir siempre y cuando haga efectivo el pago de la “sanción” que resulta tan absurda como irrefutable, en lo que se evidencia casi como una extorsión, de esas que tanto ofenden cuando la hace un marero, pero que uno tiene que tragarse cuando la realiza la “autoridad”.

Creo que lejos de forzar el cumplimiento de las normas lo que hemos terminado haciendo es generalizar la sensación de que quien las observa y respeta es un pendejo porque los abusivos siempre llevan la delantera y de ajuste hasta le mientan la madre a quien se atreve a sonarles la bocina ante cualquier imprudencia. Los PMT no sólo no sirven para desfogar los atolladeros sino que tampoco hacen absolutamente nada en contra de los que de manera burda y manifiesta se pasan las normas por el arco del triunfo y ponen en tanto peligro a tal cantidad de gente.

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