Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Edmundo Enrique Vásquez Paz

Existen “frases hechas” cuyo empleo puede conllevar a indeseables efectos. El caso de la frase “financiamiento electoral ilícito” es una de ellas. Distrae del tratamiento del problema principal y de fondo.

En Guatemala, se nos hace creer que el mal principal que aqueja el funcionamiento de la práctica electoral en el país reside en el origen de los recursos financieros de los cuales pueden disponer los partidos políticos para emplearlos en sus actividades de búsqueda de votos en lo que se denomina el “período de campaña”. Por supuesto que ello se debe atender y regular adecuadamente, pero es necesario comprender que no constituye el meollo del problema que es necesario resolver.

El empleo de la frase hecha “financiamiento electoral ilícito”, resulta desafortunado en el caso de nuestro país porque, al aparente dejar al descubierto el problema y sugerir la solución (regular de tal manera que se pueda determinar el qué, el cómo y el cuándo se debe considerar que los aportes son lícitos o no), se inhibe la realización de reflexiones de fondo. Antes de aventurar cualquier atibo de solución, debemos determinar con certeza qué es lo que está mal en la práctica de la búsqueda de votos (durante el período de las “campañas”, tiempos destinados a la realización de la llamada “Propaganda Electoral”) que efectúan en el país los diferentes partidos políticos cada vez que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) convoca a una elección y los suelta a practicar sus malabarismos.

Se trata de un ejercicio que Guatemala debe realizar con seriedad para lograr la construcción de un modo o sistema para proceder que satisfaga las auténticas necesidades nacionales. Una modalidad que se conciba de manera creativa e independiente, alejada de cualquier tentación de copiarla de modelos existentes en lares más civilizados. (Recordando siempre que las “campañas electorales” se limitan al propósito de la búsqueda de votos, y nada más).

De conversaciones que he sostenido, colijo que verdadera necesidad existente en Guatemala es la de llegar a “eventos electorales” en los cuales el partido que gane sea el que demuestre a la ciudadanía que es la mejor opción entre todos los que participan en la contienda. Nuestro gran problema en este tema reside en que, de entrada, los principales contendientes son los que disponen de mayores recursos financieros para invertir en los rubros que, a la fecha, dispone la Ley Electoral y su Reglamento (asuntos que habría que reconsiderar para apropiarlos a lo que requiere el país) y no, necesariamente, los que disponen de más seso y cordura.

Seso y cordura bajo el entendido de que una propuesta política se debe saber manifestar vía la exposición de los principios y los planes de acción o programas de gobierno. Exposiciones realizadas en absoluta libertad, bajo el modo que cada partido estime más conveniente, pero en escenarios que garanticen que todos los partidos participantes lo hagan en igualdad de condiciones instrumentales y de espacios para operarlas.

No se deben confundir los esfuerzos por conseguir votos con los esfuerzos por conseguir adeptos o correligionarios. Los períodos de campaña están para lo primero. La formación de cuadros y búsqueda de adeptos está para realizarse en otras épocas del año… No confundir.

Sin entrar en todos los detalles de la nueva modalidad y los cambios normativos que eso implicaría, a continuación presento un texto que permite entender con facilidad la idea que deseo transmitir. Para ello, recurro a un texto ficticio, redactado en un futuro hipotético por un testigo ocular (podemos imaginar que se trata de un viajero o un periodista) del nuevo escenario que se presenta:

“[…] Cuando llegué a Guatemala, la campaña política ya había empezado”.

“Lo que pude observar me pareció ejemplar. Los escenarios en que se presentaban las propuestas partidistas y se desarrollaba la “contienda electoral” estaban perfectamente delimitados, todos los actores los respetaban: los partidos políticos, para comunicar, y la ciudadanía interesada, para informarse y formar su criterio. Los escenarios eran, básicamente, espacios para la comunicación escrita, para la comunicación sonora y para la comunicación audiovisual”.

“En todos los centros poblados de alguna importancia, se tenían dispuestos muros y carteleras perfectamente delimitados, aprobados por el TSE, con espacios ordenados y suficientes para cada uno de los partidos políticos participantes. Espacios que cada uno utilizaba a su sabor y antojo para comunicar, por escrito o vía imágenes, los mensajes que deseaba transmitir al público. La utilización de otros espacios estaba estrictamente prohibida, lo que significaba la ausencia de vallas publicitarias independientes así como la pulcritud de las paredes, paredones, postes, árboles, piedras y cuanto otro tipo de superficie que anteriormente se pintarrajeaban sin ningún recato, ensuciando la totalidad del paisaje y el alma de la ciudadanía… para el beneplácito y la paz espiritual de todos”.

“Me impresionaba observar cómo -sobre todo durante los fines de semana pero, también a las horas en que las personas retornaban del trabajo y esperaban el autobús-, se distraían atendiendo los mensajes en los murales y carteleras que tenían más próximas y comentaban entre ellos, como haciendo comparaciones y, a veces, hasta bromas … pues no era raro ver reír a los jóvenes”.

“Las expresiones políticas en la radio, también llamaron mi atención. La “propaganda” se transmitía solamente a determinadas horas (temprano en la mañana -seguramente considerando los momentos en que las personas se transportaban al trabajo- y al final de la tarde -cuando el regreso a los hogares-). Consistían estos bloques de mensajes en secuencias de 5 cuñas de 1 y ½ minutos de duración cada una. Y manejaban un total de 5 boques; considerando que el total de partidos políticos era de 20 …”.

“El medio televisivo era el más interesante. El TSE había reservado, en todos los canales nacionales (haciendo uso de la propiedad estatal de las frecuencias, similar al caso de la radio) un único espacio diario de media hora total de duración, transmitida a las 8:00 pm – seguramente porque era la hora de mayor audiencia-. Durante esa media hora, cada uno de los partidos en contienda disponía de un espacio de uno y medio minutos para exponer lo que a su buen entender más le convenía. (Siendo veinte los partidos y siendo intervenciones pregrabadas, se cumplía exactamente con la media hora prevista y era su hora de inicio y su hora de fin)”.

“Mi experiencia, en lo que pude observar, me dice que es cierto que muchas personas, intencionalmente, mantenían sus televisores apagados por razones de no interesarse en la política pero, también, que muchos otros esperaban esas transmisiones con interés buscando los nuevos “spots” que aparecían y comentaban con atención”.

“En resumidas cuentas, puedo decir que en términos generales se trató de una campaña que le habló a los que querían enterarse sin abusar de aquellos a quienes la necia e impertinente insistencia de corte tradicional con carreteras, árboles y muros pintarrajeados; estaciones de radio plagadas de propaganda de mal gusto; e intromisiones mal venidas a transmisiones televisivas; les incomodaba y causaba aversión…”.

“Me cuentan que, cuando se planteó la propuesta de introducir esta modalidad en el país, hubo varios gremios que estaban muy inconformes. Se trataba de aquellos que, tradicionalmente, se beneficiaban cada cuatro años de los pistos que los partidos políticos destinaban para invertir en anuncios de diferente índole y hasta en pintura para malograr el paisaje. Argumentaron que se trataba de una violación al derecho humano a la libertad de industria y de comercio… sin importarles mayormente el beneficio nacional que se podía esperar de una modalidad como la planteada. Veo que, por fortuna, finalmente privó la razón…”.

Comentario: Pienso que es necesario acotar algo respecto al fenómeno esperable de la existencia de aquellas personas que, libremente, se mantendrían al margen de las campañas políticas, ignorando los mensajes: “las campañas” no se realizan para sensibilizar al ciudadano en términos de que lleguen a tener conciencia política y participar. ¡Las campañas son para ganar votos y no son ejercicios de proselitismo para ganar correligionarios y adeptos!, ¡tres meses no es tiempo suficiente para ello…! Las campañas son para vender las ideas y las propuestas coyunturales de los partidos, no para crear ciudadanía. Se inscriben en la disciplina del marketing, no en la pedagogía o en la formación. La conciencia ciudadana se debe inculcar y despertar de otra manera. El TSE debería tener entre sus atribuciones la de realizar campañas educativas y formativas en ese sentido; los programas educativos nacionales deberían incluir la “formación para la democracia”; y los actores políticos a nivel nacional (los políticos y los partidos) deberían ofrecer a la ciudadanía ejemplo práctico de lo que es seriedad y responsabilidad en el ejercicio de sus funciones para prestigiar, así, el oficio de la política …

Finalmente, recordar que lo planteado busca resolver la necesidad atajando por EL GASTO y no como tradicionalmente se insiste en hacerlo, atendiendo el rubro de los ingresos. Y, también, que para lograr algo así como lo propuesto es necesario cambiar muchos artículos de las normas relacionadas. Lo que, probablemente parece “cuesta arriba”. Pero, si se aborda con el espíritu de apropiar las instituciones a la realidad nacional …

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