Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Siempre he estado muy pendiente del drama de la migración, tal vez por la dura vivencia de mi abuelo y un hijo, quienes tuvieron que salir del país al exilio, sufriendo condiciones realmente difíciles en medio de la añoranza no sólo de la Patria sino de familia y amigos con los que se pierde contacto. He hecho buena relación y amistad con varios migrantes guatemaltecos que viven en Estados Unidos y que día a día muestran y confirman la enorme capacidad y voluntad de los chapines para adaptarse a las condiciones difíciles y prosperan con base en su trabajo, esfuerzo y dedicación, por lo que cuando otro de mis hijos mencionó en un chat el libro Migrante, de Marcos Andrés Antil, la semana pasada, lo bajé inmediatamente en Amazon y me lo devoré en un par de días.

Siempre me ha gustado la literatura y los libros autobiográficos tienen especial sentido para mí y el de Antil me parece una obra maestra, no sólo por la redacción de muy fácil lectura, sino por la profundidad del mensaje que resulta altamente motivador para cualquiera, no digamos para quienes tienen que enfrentar condiciones tan difíciles en la vida. Sabe combinar la atractiva descripción de las bellezas de la aldea Nancultac (Entre Cerros en kanjobal), situada en las montañas del municipio de Santa Eulalia, Huehuetenango, con la detallada descripción de las condiciones de vida en esos lugares remotos a donde ha costado tanto que llegue el desarrollo por el abandono secular de quienes toman decisiones en el país, pero destacando los valores de quienes tienen la dicha de tener esa especial cosmovisión que es la esencia cultural de nuestros antepasados mayas, lo que les permite ver la vida desde una dimensión que no alcanzamos a tener los ladinos que ni estudiamos ni valoramos esa forma de ver la vida.

Por supuesto no pienso relatar nada del libro porque mi intención es que el mayor número de personas, sobre todo de jóvenes, puedan sentirse atraídos por el tema de lo que significa esa vida que hace forzosa la migración que genera prosperidad pero divide a las familias y que en no pocos casos implica olvidar las raíces para adaptarse a las nuevas condiciones tan ajenas a las que se aprenden día a día con las enseñanzas de la madre que no se conforma con alimentar a los hijos, sino que además les forma y prepara para la vida y que fueron la columna vertebral del éxito de Antil.

El Conflicto Armado Interno, esa odiosa guerra tan dolorosa para el país y que dejó nada más la secuela de sangre, dolor y lágrimas porque ni siquiera se pudieron concretar los acuerdos de paz, forzó a la familia de Marcos a emigrar. Tanto en su nativa Santa Eulalia como en la bulliciosa y cosmopolita Los Ángeles, experimentó la adversidad pero también encontró la motivación, la fuerza y el carácter para, junto a sus padres y hermanos, superar las dificultades y aprender de ellas como para destacar y ser un admirable ejemplo de lo que nuestra gente puede ser sin olvidar (y mucho menos sepultar) los valores propios de su cultura y origen.

No conozco a Marcos Antil pero deseo vivamente conocerlo porque en un país en el que nos quejamos de la ausencia de valores y de liderazgos, él es un verdadero ejemplo y por eso insisto que los jóvenes de hoy deben leerlo para ser los dueños de su futuro.

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