Que un gobernante en Guatemala reciba dinero bajo la mesa no es en absoluto algo nuevo y se puede decir que es una práctica demasiado añeja para llevar registro. El tamaño de los “cañonazos” varía y la inflación los ha convertido en multimillonarios y siempre en dólares, pero pocos se llegan a conocer con detalle porque, precisamente, son operaciones que se hacen en secreto. La ciudadanía puede intuir que detrás de tal o cual disposición de gobierno corrió dinero, pero rara vez se tiene acceso a informaciones tan precisas como las que hay alrededor de dos trinquetes que tienen mucho en común, ambos relacionados con operaciones portuarias. El primero fue el de Terminal de Contenedores Quetzal por el que el empresario español pagó 30 millones de dólares a Otto Pérez Molina, operación que no se hizo burdamente usando maletas o alfombras pero que hipotecó al país por muchos años, tanto así que Pérez Maura vendió TCQ a una empresa holandesa que sigue explotando los “derechos” como si nada.
Ahora se conoció del soborno ruso, publicado ya internacionalmente, en el que se utilizó una gran alfombra para envolver los dólares entregados en la casa de Giammattei a cambio de ampliar las operaciones mineras de Rusia en el nororiente del país y el agregado de un puerto privado para que ellos puedan operar con los minerales que extraigan. Y digo minerales porque junto al níquel cuya explotación está autorizada, hay uranio que está subiendo de valor en el mundo porque se espera que tras el retorno de EE. UU. al acuerdo de París la energía nuclear se convierta de nuevo en un boom económico.
Pero Pérez Maura y los rusos también saben que en un puerto de ellos puede pasar no sólo mercadería oficial sino otra, de cualquier clase, y por ello es que el asunto de la seguridad portuaria es tan importante en todo el mundo. Desde temas de narcotráfico a terrorismo, hay toda una gama de situaciones que preocupan respecto al manejo de esas instalaciones y Guatemala es un claro ejemplo de deficiencia en controles, sobre todo porque tanto los rayos X como las cámaras de seguridad se apagan “misteriosamente” en determinados momentos de la operación, lo que ha causado mucha preocupación a Estados Unidos.
Cuando se habló de la entrega de dinero de los rusos en la casa del gobernante, inmediatamente se pensó que era el pago por el contrato con las vacunas, especialmente porque fue evidente la tomada de pelo que nos dieron. Pero por lo visto el pago por las vacunas se produjo bajo alguna otra modalidad, menos burda que la entrega del dinero envuelto en una enorme alfombra.
Digo que esto es más serio que un soborno no sólo porque amarrará al país por lo menos durante 50 años, sino por todo lo que un grupo mafioso, que obtiene trato preferente pagando mordida, puede hacer al tener el control de una enorme operación portuaria. Y a ello hay que agregar que en el caso presente surge el tema del Uranio que, según los geólogos, yace junto al níquel y se encuentra en esas minas a cielo abierto como la que ya operan los rusos y que ahora quieren extender. Si TCQ fue una traición al país, este nuevo negocio es mucho peor por todo lo que arrastra.