Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

En Guatemala José Batres Montufar (que conocía bien el latín, el francés y el inglés, que leía por tanto de directa fuente a Víctor Hugo y a lord Byron y mediante éstos conocía el pensamiento y la sensibilidad de Holderlin, Heine y Schiller) preguntémonos -teorizando sobre el romanticismo mestizo- ¿si él imita servilmente el romanticismo de Holderlin, Heine, Schiller o Víctor Hugo? ¿O de algún modo los vuelve mestizos, los latinoamericaniza y habla (aunque no se conocieran) en el idioma de Simón Rodríguez? Desde luego, ocurre lo segundo.

“Las tradiciones de Guatemala” –que para mí constituye la obra cumbre de Montufar, pese a que se le señala que imita a lord Byron y a Casti en ellas- es una de las mejores muestras de arte latinoamericano puesto que (con Fernández de Lizardi y su “Periquillo Sarniento” o con José Milla y su “Cuadros de costumbres”, también en Guatemala tiempo después) intentan una recreación de los hechos radicales de nuestro continente nimbados desde luego de romanticismo a la europea o del novelar picaresco –más antiguo aún- y acuñado también en el Viejo Continente.

El romanticismo latinoamericano válido –el que puede ser escrito con honorífica mayúscula- sólo toma del europeo actitudes esenciales. Pero no lo sigue remedadoramente y sin tuétano ni alma propia. Agarra de aquel el afán libertario y la repulsa a las cadenas. La exaltación de lo imaginativo y fantástico y el odio a la “razón”. La vena vernácula, folklórica y popular y el desprecio a lo encorsetado y académico. Pero de ahí en adelante hace su propia creación. Canta paisajes americanos, pinta indígenas de nuestro continente (aunque deformados o idealizados) narra amores imposibles pero criollos, se refugia en la historia pero en la historia de la colonia americana y fabrica cuadros de costumbres y tradiciones de Indoamérica.

Se puede hablar entonces con toda propiedad de un romanticismo europeo y de un latinoamericano: Batres y Milla fueron mestizos e idealizadamente criollos. No por el hecho de germinar en territorios separados por un océano sino porque poseen calidades y cualidades que los hacen diferentes, de modo que un Batres no puede ser confundido con un Byron aun cuando beban de una fuente común.

Para terminar esta idea que intenta hacer diferencias entre un romanticismo europeo y otro mestizo-americano, hay que decir que la manifestación más genuina –vernáculamente hablando del segundo- quizá sea lo que en el subgénero de cuadros de costumbres logra realizar. Fórmula y modalidad que en honor a la verdad no arranca del romanticismo, en estricto sentido, sino del neoclasicismo. Pero que alcanza durante el periodo romántico latinoamericano su más alta expresión y se amplía hasta el presente. Yo mismo soy autor de un libro titulado “Costumbres de Guatemala”.

En estos cuadros de costumbres de los mestizo o ladino guatemaltecos: Irisarri, Batres o Milla (que entrevera el primero en sus novelas y Batres en su “Tradiciones”) o en los del venezolano Fermín Toro, encontramos romanticismo de orden y cuño más latinoamericano. Puesto que como su mismo nombre lo designa, en ellos se cuentan costumbres genuinas y hasta de nivel radicalmente nacional del continente.

Y pasan a formar parte de ellos personajes de todas las clases sociales mestizas y ladinas: desde el indígena desposeído de todo, hasta la rica y ociosa dama aristocrática que recibe críticas y duras censuras por su vida parasitaria.

Podemos entonces afirmar que existe un romanticismo que sintetiza lo europeo con lo latinoamericano –de fuente común y distinta modalidad- y que da y ofrece otra prueba del mestizaje o ladinización.

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