Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

  Podríamos estar -alucinadamente en camino de un mundo a la medida de la locura- por la intensa dicotomía que enfrentamos. Mientras en Guatemala una gran parte de la población se hunde en una pavorosa hambre, del 50 por ciento, otra –unida tecnológicamente al primer mundo- camina del brazo de teorías que aprehende en los videos de You Tube y se educa “universitariamente” en someras notas y breves pero fáciles artículos de Internet, especialmente de Google, que puede servir para sacarnos del apuro –muy eficazmente- pero no para formarnos.

  Aquí en Guatemala se dan –ostentosa y dramáticamente- las dos cosas: la verdad del hambre sin ambages -y con todos sus tanates salvajes- que devora la piel de los infantes del área rural, adornada de exilios involuntarios y de tragedias carreteras, y, la otra: la del mundo consumista que, con una verdad o realidad inventada, carcome los cerebros de los millones de guatemaltecos que gastan iphon y son “beneficiados” con la tecnología apabullante del colosal mundo de la desinformación.

  Estamos entre la verdad del terror que se vive -perseguidos por el hambre- y la “verdad” barruntada por la desinformación ambiente, que invade la mente de la juventud (y también de millones de “maduros”) que la lleva a creer que “los pájaros no son reales”, como informa el eslogan de un inmenso conglomerado de hombres masa, de EE UU, unificados en creencias tan falsas (desinformación, bulo, posverdad) como esa de que los pájaros no son reales sino que son drones instalados para el espionaje por vesánicas y terroríficas manos. A tal punto llega la creencia (en lo increíble, en el seno de la desinformación) que todas las aves que vuelan o quienes lo parezcan, no son sino máquinas instaladas por Trump (por ejemplo) con la finalidad de robar la mentalidad e información de parte del planeta, para medrar en las próximas elecciones en que de nuevo se lanzará para presidente. Algo así, sólo que, al revés, de lo que los rusos –en su día- realizaron en contra de Donald. Estamos en tiempos en que aquel enunciado de que “todo cabe en lo posible” se ha vuelto monstruoso debido a la realidad virtual. Y a propósito ¿la realidad virtual es real?, ¿o es una frase tan absurda como la que más, porque de hecho lo virtual no puede ser real más que en un inmenso solipsismo global que es en el que estamos asumiendo.

  ¿Cae esta exageración de los pájaros en la desinformación o no? No es “realmente” una exageración porque muchos creen y siguen creyendo la difundida posverdad de que los pájaros no existen, sino que son drones. O tal vez sí porque ya no sabemos en qué mundo vivimos contaminado y cargado de desinformación, desde la más moderada a la más desbordada.

  La desinformación es la absurda plaga del planeta en 2021 y quién sabe si en 2040 se viva dentro de una total novela de ciencia ficción, por emplear términos ya anticuados; pues acaso dentro de unos años el monstruoso mundo de vigilancia planteado por Orwell en su relato “1984”, se quede chico de cara al metaverso que, por entonces, 2040, será meta-meta-meta-verso; y una posverdad o mundo de las fake news tan globalizada que ya no sepamos si estamos vivos o estamos muertos. Se podría llegar a fabricar una ¡realidad virtual!, de la muerte y burlarla ¡al fin!, como en el barroco romántica obra “Romeo y Julieta”, pero mediante otros procedimientos -no teatrales- como los exhibidos por Shakespeare.

  El campo de la desinformación es tan amplio (ancho y ajeno como en Alegría) cual La Mancha y sus “cercanías” de Don Quijote, donde una fantasía absurda -por los dejos radiantes de locura-  sustituye a la “realidad-real” de los lectores.

  Lo de hoy es diferente: es el mundo de la realidad metamorfoseada en los videos fantasmagóricos de You Tube, Tik Tok o Instagram: pura realidad virtual que no es realidad.

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