Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

Ningún grupo guatemalteco de derecha asumiría el sin sentido –el absurdo- de ponerse a organizar y realizar bloqueos en las avenidas y carreteras del país. Entonces, tenemos que hacer una lectura intercultural del fenómeno que, a través de la Historia, ha tenido la misma raíz de rebelión: Son quienes se encuentran más abajo -y que reciben la humillación de la aristocracia- quienes manifiestan de viva voz o con barricadas, depende del momento. O quienes han recibido el vejamen del tirano quien, desde su autocracia, abate al pueblo y lo doblega.

Desde luego entre la categoría “pueblo”, no cabe la oligarquía así que sigamos con la semiología.

Los bloqueos de carreteras -que se dieron los días 15 y 16.11.21- engendran una lectura clara para la semiología y para quienes tengan la voluntad de hacerlo desde dentro y no buscando sólo los detalles externos o rasgos que puedan degradarlos y convertirlos en vulgares bochinches.

Los cortes ocurridos el 15 y 16 tienen nombre y apellidos concretos y claros y corresponden sin ambages a la agrupación CODECA ¡de campesinos!,  cuyos miembros enriquecen las filas del partido PLP que obtuvo gran éxito en las últimas elecciones a escala de candidata presidencial, lo cual pica, molesta e incomoda a la oligarpilla. Son los campesinos pobres de CODECA y acaso del exitoso PLP quienes quieren expresar y decir “algo” que ¡en toda su magnitud!, no se permite pronunciar en los medios (con excepción de La Hora) ni tampoco en las redes sociales.

¿Qué, por ejemplo? Pues por ejemplo el sonoro fracaso del Estado de Sitio en El Estor donde el terrorismo de Estado en su silenciar y quemar ha cundido como lepra descuidada. El Estado de Sitio en El Estor sólo ha servido para darle la oportunidad a los mineros de hacer y deshacer mientras el campesinado (abusado) contempla -solamente los hechos- dolorido. El lago de Izabal debe respetarse como una de las mejores fuentes de turismo nacional e internacional con entresijos ensoñados y por ser ecológicamente todavía un paraíso que no debe caer en las sucias fauces emporcadoras de las industrias contaminantes.

La lectura que hagamos de los paros o bloqueos deberemos realizarla desde el ardor y el dolor que en estos momentos se experimenta por parte de los campesinos. Y no desde la cómoda computadora, de última generación, de un columnista-propietario de PL., cuya interpretación de las “barricadas” –del 15 y 16- es tan oligarca como los pasteles fútiles de María Antonieta. Porque exagera las pérdidas de la burguesía (que nunca pierde) y condena lo que CODECA pide: 1. Destitución de Giammattei, 2. Cese y no continuidad del Estado de sitio en El Estor y 3. Que la canasta básica se regule a partir de principios socioeconómicos que atiendan en primer lugar a obreros y campesinos.

Que el metaverso (o sólo meta) no es para los maduros y viejos, me dice un amigo no sin poca carga de ironía bondadosa hacia las generaciones que nacimos antes ¡o mucho antes!, del año 2000.

Después de que Gutemberg inventara la imprenta y el libro se hiciera popular (pero no bastante popular) el descubrimiento pudo haber no gustado a algunos mayores, pero lo que sí es cierto es que nadie cuestionó tan señalado nacimiento como sólo propio de generaciones futuras –que pudieran comprenderlo a ultranza- sino que inmediatamente el beneficio se generalizó y con él la posibilidad de multiplicar el conocimiento humano y ser un meta verso es decir una ampliación de la realidad.

La imprenta en su día es tanto o más revolucionante que lo que pueden lograrlo (por lo menos hasta hoy) la redes sociales. La imprenta posibilitó la apertura al conocimiento artístico, literario y científico acumulado –sin imprimir- durante más de 1000 años. La lectoescritura es un escenario más amplio que el que nos instala la aldea global de Mcluhan. No digamos, sólo, el metaverso.

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