Lo que priva en este proceso electoral 2023-2028 es la incertidumbre, los ataques políticos, la desinformación y las historias de “conspiración” que generan una apatía entre los más de nueve millones 300 mil personas que estamos listas para votar este próximo domingo 25 de junio. Es imperdonable que una fiesta cívica, la hayan convertido en una mala función “cirsense”.
Nunca antes en la historia de Guatemala, habíamos visto un proceso electoral tan deslucido, manchado y con falta de credibilidad por el actuar de un Tribunal Supremo Electoral, cuyos magistrados, no gozan de credibilidad y tienen una reputación por los suelos. Más parecen unos albañiles, sin metro por las decisiones y resoluciones “gallo-gallina” que han emitido.
Estos “honorables magistrados” les quedó muy grande el “tacuche”, han demostrado que no estaban capacitados para dirigir un evento electoral de esta magnitud y que su interés “político” es más grande que sus nombres y sus carreras profesionales. Han jugado con nuestra democracia.
Bien dice un dicho que lo que mal empieza, mal termina. Los “honorables magistrados” del TSE se colocaron a “puro tubo” una magistratura que le correspondía a personas honorables, probas y con valores morales. No lo que hemos visto y que como broche de cierre termina con una “supuesta” conspiración que ni ellos mismos se la creen.
Pero si a todo esto le sumamos que el TSE metió contra viento y marea un sistema de cómputo paralelo, el cual ha sido cuestionado por las Juntas Electorales, con el argumento de que nuestro sistema es demasiado “arcaico” y su implementación ha levantado muchos comentario negativos, porque estos magistrados han perdido reputación y su trabajo es muy cuestionable. Aquí también cabe aquello que dice: “échate fama y acuéstate a dormir”.
Pero como en esta vida no todo está perdido, los guatemaltecos tenemos un sistema que depende del papel y la verificación manual, el cual podría parecer no estar con la era de la tecnología, pero ha sido la manera de que nueve procesos electorales anteriores gocen de certeza y que los ciudadanos podamos estar seguros que no se alteró la decisión en las urnas.
Ese proceso “supuestamente arcaico” nos ha permitido que los resultados sean verificados por miles de ciudadanos que se encargan de darle certeza al proceso y que dan fe de que el proceso de votación se hizo en orden y que los datos del sistema informático sean los mismos que se contabilizaron en las mesas electorales.
Entonces si así lo hemos hecho, por qué debemos cambiar ese procedimiento, debemos seguir haciendo ese esfuerzo que durante 36 años ha demostrado que han dado resultados positivos y que no todo está malo en este mundo, que podemos ser un ejemplo ante los ojos del mundo, de que cuando queremos podemos hacer bien las cosas.
Solamente las “mentes podridas” ambiciosas de poder, piensan en “jugar con nuestra democracia”, pero tenemos que estar claros de que si los guatemaltecos nos unimos podemos desbaratar las intenciones “malévolas” de personajes que no quieren dejar el poder, pero que con su ambición nos han llevado a la orilla del abismo y han provocado que estemos a un paso de un “Estado fallido”, donde no hay autoridad y las personas hacen lo que les viene en gana.
Confiemos en nuestro sistema electoral “arcaico”, debemos de acercarnos a las urnas para emitir el voto, ese voto que es secreto y que nadie nos puede obligar a votar por determinado candidato. Analicemos, investiguemos y tomemos la mejor decisión, porque Guatemala merece un mejor futuro y sobre todo nuestras nuevas generaciones merecen una mejor oportunidad de vida.
Y lo que si tenemos que hacer es levantar la voz y exigir que no se vuelva a repetir un proceso electoral como el que hemos tenido que aguantar, con un sistema de partidos políticos que no cumple su función y que deben cambiar para que veamos una luz al final de túnel. Nuestro principal problema es que no tenemos la capacidad de formar líderes, para que sean ellos quienes cambien la historia de este país.