Luis Fernando Bermejo Quiñónez

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Por: Lic. Luis Fernando Bermejo Quiñónez

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Recientemente ha sido publicado un trabajo del conocido politólogo Scott Mainwaring y por Aníbal Pérez-Liñan titulado “Why Latin America´s Democracies are Stuck” en el cual describen las causas por las cuales la democracia en Latinoamérica presenta retrocesos recientemente. Sus conclusiones me parecieron acertadas y, por ello, las comparto en esta columna para reflexionar sobre el status de la democracia en Guatemala.

Los autores identifican un retroceso en el estado de la democracia en la región. Si bien indican que la democracia no está en sus niveles de los 1970´s sí indican que existe un retroceso ya que los números de países que han tenido declives en sus índices democráticos son importantes en relación al período de los 1990´s y primera década del siglo XXI. Latinoamérica fue parte de la “tercera ola de democratización” iniciando en 1978 y finalizando en el 2001 (con la pérdida del poder del PRI en 2000 a manos de Vicente Fox). Afectó dicha ola, indican ellos, a todos los países de Latinoamérica, con excepción de Cuba, pero no caló hondo. Sin embargo, aun cuando sus límites no fueron hondos últimamente se ha visto un “estancamiento de la democracia”. Así los autores sostienen que Argentina, Colombia, Guatemala, Panamá, Paraguay y Perú son ejemplos donde existe un estancamiento democrático, no obstante existir elecciones y existir transmisión del poder a diferentes fuerzas partidarias. Tomando muchos factores en consideración entonces dividen los regímenes democráticos en:

• Democracias liberales de alto nivel -incluyendo a Costa Rica, Chile y Uruguay.
• Democracias de nivel medio -Argentina, Perú, Panamá y Brasil.
• Semi-democracias o democracias de bajo nivel -aquí encontramos a Guatemala, pero también a Colombia, República Dominicana, Ecuador, Paraguay, México, Bolivia y Honduras.
• Regímenes autoritarios competitivos – notablemente, El Salvador y Haití.
• Regímenes autoritarios cerrados: Cuba, Venezuela y Nicaragua.

El estancamiento de la democracia se percibe incluso al decaer en la opinión pública la democracia como la mejor opción de gobierno. Así describen los autores que desde el pico alto de 2010 donde existía un 65% de aprobación de la democracia a 2020 ha sufrido un descenso de 15% a 50%. En la conclusión quizá más importante del estudio, indican que este estancamiento de la democracia abre las puertas a populistas con rasgos iliberales que tratan de tomar el poder, y peor aún, a partidos o movimientos anti-sistema con rasgos igualmente iliberales. Ellos identifican cuatro factores al estancamiento de la democracia en Latinoamérica que tienen como consecuencia lo anterior:

1) En primer lugar, actores autoritarios bloquean la profundización democrática mientras nuevos actores como el crimen organizado y milicias organizadas, violan los derechos democráticos.
2) En segundo lugar, el pobre desempeño del aparato gubernamental que no responde a las necesidades ciudadanas crea frustración en los ciudadanos y los líderes antidemocráticos aviesamente atacan la democracia con base en ese sentimiento popular, ofreciendo “soluciones”.
3) Por último, en tercer lugar, estructuras de democracias híbridas ineficientes y corruptas deslegitiman y no contribuyen a la profundización democrática por protección de sus intereses y alimentando aún más el descontento ciudadano.

Todo lo anterior viene a cuento porque, como indica el estudio, Guatemala es una semi-democracia o una de bajo nivel y la percepción generalizada en la población es que las cosas no marchan bien en Guatemala. La infraestructura del país está en ruinas a pesar de invertir millardos en ella (en particular, la vial), el sistema de persecución penal es visto como corrupto, la justicia politizada, la educación y los servicios de salud son pobres, y no pasa un día, sin que se sepa de una maniobra o negocio opaco en la administración estatal. Se percibe un alineamiento del poder político en todos sus niveles para eliminar la disidencia y la crítica, sea de periodistas, medios de comunicación o de activistas incómodos. Se nota la manipulación de la justicia que está en manos de actores cuestionables incluso sancionados por regímenes extranjeros. En grandes capas de la población se percibe que el Estado no funciona y que si lo hace es sólo para los que tienen bienestar económico que no quieren cambie nada para mantener su posición, aunque el status quo no los deje tranquilos. Se rumora de alianzas indebidas entre actores políticos, económicos y crimen organizado en “causas comunes” en contra de los intereses de la mayoría. En fin, como se puede apreciar, en muchos niveles, se cumplen las tres condiciones para que un populista o líder antidemocrático venga a sembrar zozobra en nuestra democracia.

Me llama la atención que algunos candidatos/as connotados tratan de emular el modelo de Nayib Bukele que ha degradado su país de una democracia casi a nivel medio a un régimen autoritario competitivo. Quieren emular sus tácticas de cooptar instituciones y ofrecer seguridad con mano dura. Sin embargo, no tienen ni tendrán la popularidad de él. Por otro lado, existen propuestas reformistas (cuasi-antisistema) tanto de partidos como el MLP como de actores que se nombran como opciones de derecha, pero con ideas radicales. Todos ofrecen soluciones “simples” a los problemas complejos. Todo esto demuestra en mi opinión que los políticos perciben el nivel de frustración de la población y quieren explotar esas debilidades para adoptarlas en sus programas electorales, pero sin un animus de profundización democrática sino de manipular el poder y conducirnos aún más a un sistema autoritario competitivo o peor. Sin embargo, también hay candidatos más inclinados al centro del espectro que esperemos hablen y tengan propuestas idóneas para impedir que siga nuestra democracia en declive. Los ciudadanos debemos votar por candidatos que tengan sus valores cimentados en la democracia no en el ejercicio rudo del poder. Debemos estar atentos a ello.

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[1] La tercera ola de democratización comenzó para algunos con la Revolución de los Claveles de 1974 en Portugal y la transición española a la democracia a fines de la década de 1970. Parte de esa ola fue la transición en América Latina en la década de 1980, luego los países de Asia y el Pacífico (Filipinas, Corea del Sur y Taiwán) de 1986 a 1988 y Europa del Este después del derrumbe de la Unión Soviética.

[2] El autoritarismo competitivo o electoral es un tipo de régimen híbrido en los cuales existe la posibilidad de oposición a los líderes del régimen en distintas áreas (electoral, parlamentaria o legislativa, judicial, etc.) pero lo anterior es difícil para la oposición debido al abuso de los recursos públicos e instituciones y la manipulación de los medios de comunicación a favor de los gobernantes.

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