Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Luis Fernández Molina

  1. LEYES INOPERANTES. El artículo 61 del Código de Trabajo establece la obligación, entre otras, que tienen los empleadores de enviar cada inicio de año un informe estadístico respecto al nombre y número de sus trabajadores, los salarios que globalmente han pagado tanto por jornadas ordinarias y extraordinarias. Pues bien, ya pasó el mes de febrero, fecha límite y cabe preguntar cuántas empresas cumplieron con esa obligación. Cabe también cuestionar qué hace el Ministerio de Trabajo respecto de ese precepto legal. Al final el cuestionamiento profundo consiste en determinar hasta dónde nuestras leyes laborales son prácticas y se cumplen. En el citado Código son innumerables las disposiciones que los empleadores, y también los trabajadores se los pasan por el arco del triunfo. Si queremos ser un país productivo, con relaciones laborales armónicas, deberíamos replantear una revisión de la normativa específica porque de nada sirve tener preceptos y no cumplirlos.

 

  1. CAMPAÑA ANTICIPADA. Ya conozco a mi candidato favorito. De origen humilde se ha abierto camino a puro esfuerzo y servicio honrado. Es un exitoso hombre de negocios de talla internacional quien no tiene interés en hacerse rico con la política y menos, mucho menos, llenarse los bolsillos con ese dinero que maldice a los que lo buscan. Estoy seguro que sería un excelente presidente del país. Quisiera presentárselos pero no puedo. Si de entrada lo propongo para candidato presidencial me lo bloquean por “campaña anticipada”. Tengo que esperar a que se abra la temporada de caza, esto es, de propaganda electoral. O sea que los guatemaltecos no pueden enterarse de las características de esta persona y menos imbuirse de su planteamiento político. Solo podrá hacer valer sus planteamientos en medio del fragor y frenesí de las campañas políticas de otros veinte candidatos. Es como escuchar una voz en medio de la banda de tambores. En esos únicos tres meses de campaña la tronadera de cohetes va a ser intensa y apenas habrá espacio para propuestas nuevas. Claro, quienes salen beneficiados son los candidatos que ya son conocidos por repetitivos o aquellos que puedan disponer de millones para montar, en esos tres meses, grandes campañas publicitarias. Regresamos a las mismas y gastadas caras. Cómo entonces pretender que el votante tenga elementos de juicio para que emita un voto consciente. El problema electoral no está en la publicidad sino en el financiamiento; es claro que, de no haber la citada limitación, estaríamos desde ahora escuchando estribillos y cancioncitas de determinados partidos como sucedió con Manuel Baldizón y aparecerían en las calles las vallas publicitarias afeando el paisaje urbano o campestre. Cabe agregar que ya algunos partidos, igual que en la campaña anterior, empiezan a anunciarse veladamente: “Inscríbete al partido tal”. El detalle está en la definición de propaganda electoral. No es lo mismo que un posible candidato comparta sus enfoques a que una campaña publicitaria orquestada trate de conducir el voto tipo borrego con desagradables spots repetitivos.

 

  1. COMIDAS TRADICIONALES. Una empresa familiar que en los últimos años ha vendido tamales, chuchitos y tacos amplió su menú para incluir patitas a la vinagreta. Pedí dos raciones pero lamentablemente se habían agotado. Qué pena, pero qué bueno que esas comidas tradicionales hagan presencia. Es que las nuevas cocinas ya no conocen más que los platos fáciles de preparar o, peor aún, los congelados o precocinados por no mencionar la costumbre, cada vez más arraigada, de pedir comida rápida. Las mesas familiares modernas no saben lo que es el rabo, la panza en salsa de tomate, los riñones en vino, entre otras tradiciones. Qué pena.
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