Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Continuamos con la transcripción de las palabras del doctor Carlos Vassaux en el homenaje póstumo para el doctor Juan José Hurtado celebrado en la Fundación MAG: “Nuestro común amor y embelezo por la antropología como base fundamental de la práctica médica, nos hizo aún mas compatibles y mejores amigos, y se agregó a las muchas otras areas que  compartíamos, entre ellas,  la música clásica, que escuchabamos y comentabamos. Ambos teníamos años de estudiar piano, y aunque nunca  pasamos de zope a gavilán, nuestras visitas frecuentemente comenzaban por compartir lo nuevo, o lo viejo que estabamos estudiando, intercambiabamos partituras y nos oíamos y quejabamos mutuamente por nuestras limitaciones que impedían que la música sonara como música en vez de sonar como una mala estudiada lección

Como asiduos lectores, con Juan José, Elenita y otros amigos organizamos un grupo de lectura y de análisis de películas clásicas y por mucho tiempo, nos reunimos regularmente.  Ambos eramos amantes de la navegación a vela, y por años la practicamos por separado, en Amatitlán. En una oportunidad,  con Juan José y Elena pasamos varios días veleando en el Rio Dulce,  en un velero con espacio para varios pasajeros que Juan José piloteó muy eficientemente. Esa vez, hasta sufrimos una noche de tormenta que fue muy escalofriante. Muchos años mas tarde, aún continuabamos nuestros comentarios y tertulias en en el jardín de su casa, escuchando el canto de los pájaros y admirando las flores y los naranjales con frutos, que Juan José me regalaba para que ensayara la deliciosa receta de Elenita:  ‘Jalea de naranja agria’.

Durante los últimos años, Juan José tomó un curso de escritura creativa y comenzó a escribir cuentos cortos sobre recuerdos de su niñez, de su vida cotidiana y de otras experiencias personales. Leí por lo menos una docena de ellos. Son una maravilla y están muy bien escritos. Con gusto me he recién enterado de que una de sus hijas tomará el reto de publicarlos. La instalación de la cátedra de Antropología Médica en la Escuela de Medicina de la Universidad Francisco Marroquín,  tema que expondrá la magnifica antropóloga licenciadoa Isolda Fortin, fue un gran logro de Juan José y del doctor Rodolfo Herrera Llerandi, porque desafortunadamente la Medicina Humanista, no es del interés de las generaciones actuales, tanto entre profesores como entre la mayoría de alumnos. Juan José siempre temía que de nuevo volvieran a intentar eliminar la cátedra de Antropología del curriculum médico, a pesar de la afortunada contingencia de que cuando la Universidad solicitó reconocimiento por una institucion médica de prestigio, ésta insistió en saber si la Antropología Médica era parte del curriculum de estudios.

En 2002  hice la traducción al español de un libro corto de mi maestro, el doctor Bernard  Lown, Profesor de Cardiologia en Harvard y  fundador de la Federación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear,  que recibió el premio Nobel de la Paz en 1985. El libro titulado  Practicando el arte y perfeccionando la ciencia  elabora sobre la medicina como ‘el arte’  de comprender la humanidad del enfermo,  por intermedio de la relación medico/paciente,  y por la capacidad de saber escuchar.   A Juan José le encantó este libro y lo repetía casi como un índice de todo lo que nosotros pensabamos importante en la práctica médica. Lo utilizamos mucho con estudiantes y médicos jovenes, recomendandoles además,  leer el cuento poco conocido, pero maravilloso, de Herman Hesse, precisamente sobre el arte de escuchar, cuyo titulo es  ‘El padre confesor’.

Durante varios años, Juan José  tuvo la gentileza de invitarme a participar en su cátedra,  los sabados a las siete de la mañana!    Imaginense como llegaban los pobres alumnos después del turno de la noche en el hospital o después de la fiesta de la noche del viernes. Sin embargo siempre me llamó la atención el vivo interés de los estudiantes presentes, por lo que Juan José  y yo teníamos que decir.  Esto contrasta con la poca importancia que se dá a la Antropología Médica en la enseñanza actual. Sirva como ejemplo que la asistencia a la cátedra de Juan José   era voluntaria, no habían exámenes periódicos ni notas de calificación. Sin embargo los alumnos jovenes, no maleados por la tecnología, claramente encontraban en nuestros comentarios sobre la importancia de la relación médico/ paciente, centrada en la persona del paciente como un ser humano enfermo, que necesita que se le escuche con atención y respeto, contenía conceptos fundamentales e importantes en la práctica correcta de la profesión médica.  El filósofo italiano Nuccio Ordine, ha escrito varios libros sobre la necesidad de la enseñanza humanística en todas las profesiones y demostrado que los estudiantes jovenes estan deseosos por recibir este tipo de educación, que desafortunadamente también en su país se ha perdido. Con Juan José comentamos muchas veces dos libros, precisamente de Nucio Ordine.  Los títulos son La Necesidad de los Clásicos  y La Utilidad de lo Inútil”.

Como anunciado al inicio, termino mi presentación con un comentario al acápite felizmente esocogido por la familia Hurtado Paz y Paz: ‘Del maletín al morral’ El maletín es la académia.  Es la ciencia, en su futil intento por comprender la naturaleza,  su increible complejidad, sus ciclos incomprensibles, su creatividad y capacidad de reinventarse constantemente;  todos estos misterios, solo para sobrevivir, solo para proteger la vida misma,  para que ésta continúe a lo largo de nuestra existencia, lento transcurrir que nos enfrenta, NO a la realidad teórica de  la ciencia,  sino a la realidad práctica de vivir la vida, tal cual es, o sea vivir en la experiencia real,  para que con sabiduría y maduración,  comprendamos que la vida no es hacer, y mucho menos aún, tener.  La vida es ser. Y SER, requiere de nosotros una existencia absolutamente auténtica, y profundamente humana. La ciencia quedó atrás, nos permitió madurar para tener la capacidad de poder sentir la vida,  tal cual es. Una serie inexplicable de experiencias sucesivas, vivas y reales, que talvez no se comprenden pero que si se sienten. Es muy dificil evolucionar allende la racionalidad, al florecimiento incomprensible de un sentimiento, simple y puro, abarcador y espontaneo, un sentimiento de empatía,  comprensión,  cariño,  y  amor, por los demás, por la naturaleza, y por todo el universo. Es entonces cuando percibimos al “otro” como imagen de nuestro propio ‘yo’, reflejo lo que realmente somos, y en ese ‘otro’, reconocemos nuestro ser y nuestro existir.   Abandonados en esa gran ola de bondad universal imagino que alcanzamos el simbolismo del ‘morral’.   Auténtico, sencillo y ordinario, acompañante, que diariamente lleva el mísero bastimento y talvez un viejo poncho, para dar sustento y abrigo al trabajador extenuado, siempre rico, siendo pobre, que labora día a día, con sus manos, o con el intelecto, como Juan José, en pos del sueño de mejorar esta tierra fertil, que se llama Guatemala.

Nuestro querido Juan José,  SI que vivió una vida absolutamente auténtica. Lo demostró en su pensamiento siempre generoso,  en la impecabilidad de sus acciones,  en la modestia y humildad de sus relaciones con todos. Con su familia, con sus pacientes, con sus alumnos, con sus amigos, con la naturaleza, y hasta con quienes por pequeñez y vileza se auto nombraron sus enemigos, porque él,  nunca pensó mal, ni deseó mal a nadie. Vivió con el único propósito de dejar un mundo mejor. Fue un hombre exepcional, modesto, sincero, y verdaderamante auténtico”.

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