En reciente entrevista al diario Prensa Libre, Miguel Barreto, Coordinador residente del Sistema de Naciones Unidas en Guatemala, afirmó que: “Quien sea que gane las elecciones debe promover un diálogo nacional”. Esta aseveración es muy oportuna y, además, realizada en el contexto de una entrevista en la cual dicho funcionario se expresó con gran cautela, intentando recuperar el rol de la comunidad internacional en Guatemala, especialmente el correspondiente a la ONU.
Hace algunos años el entonces embajador de un país europeo en nuestro país, me decía en confianza que a él le sorprendía la exagerada injerencia que tenía acá la comunidad internacional. Este personaje no era, para nada, un conservador; más bien su pensamiento podría calificarse, a mi juicio, como progresista. Otro funcionario internacional, con amplia experiencia en roles relevantes de Naciones Unidas, me expresaba, también en privado, que la sabiduría de dicha práctica radicaba en saber medir las correlaciones de fuerza existentes en un país dado para comprender hasta donde los apoyos a los avances democráticos y de desarrollo podrían ser efectivos ya que, de lo contrario, los resultados podrían ser adversos a lo pretendido.
Lo anterior es pertinente mencionarlo con ocasión de la entrevista comentada porque Naciones Unidas no puede ignorar la aversión que tienen las derechas ahora gobernantes, tanto las élites empresariales como las mafias político-criminales, a dicho organismo internacional.
Pero la ONU tampoco puede acomodarse acríticamente a esa situación, ya que como el señor Barreto dijo: “Respetamos la soberanía nacional, para nosotros las guías son las obligaciones internacionales de los estados…”. Y esas obligaciones están, en gran medida, plasmadas en La Agenda 2030, la cual establece un marco de resultados compuesto por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), 169 metas y 232 indicadores.
Por lo anteriormente referido, me parece inteligente y pertinente el llamado al diálogo nacional que hace el Coordinador Residente del Sistema de Naciones Unidas. Inteligente porque lo hace en el marco de un discurso cauto que no desconoce la correlación de fuerzas existente. Y pertinente porque el diálogo nacional se impone como una necesidad para superar el desgaste que tiene la democracia y el riesgo que ella se debilite aún más.
Pero esta propuesta no debería ser tan solo una posición “políticamente correcta” que caiga en una “cándida” ingenuidad. Si el resultado electoral fuera la consolidación de la “convergencia perversa”, costaría mucho encontrar la pertinencia de un “diálogo nacional”.
A mí me parece que lo más valioso de esa recomendación del señor Miguel Barreto, es tenerla presente a la hora de emitir el voto. ¿Cuál sería el diálogo posible para revertir la cooptación de la institucionalidad estatal por parte de la convergencia perversa si ellas salieran “triunfantes” de esta contienda? ¿Qué se podría dialogar con aquellos sectores que están atrincherados en la posición de descalificar la Agenda 2030? Por eso, definamos nuestro voto teniendo en mente la necesidad y viabilidad de un diálogo nacional liderado por un gobierno que tenga esa voluntad política.
El diálogo es fundamental, siempre. Sin él, la polarización se profundiza. Y debe darse con el protagonismo de los actores nacionales. La comunidad internacional puede jugar un rol relevante en apoyarlo, pero las decisiones las tenemos que tomar nosotros, no ellos.