Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Por Luis Alberto Padilla

Cualquiera diría que los 12 puntos del Plan de Paz de la mediación china para Ucrania, dadas a conocer por el Ministerio de Exteriores de la cancillería de ese país desde el pasado 24 de febrero y recogidos en una noticia de esa fecha por la BBC pero que casi no tuvieron repercusión en la prensa de esta parte del mundo (y Guatemala no fue la excepción). En efecto, el Plan de Paz que fue llevado personalmente al presidente ruso Vladimir Putin por el canciller chino Wang Yi, precisamente para preparar la visita del presidente Xi Jinping que se lleva a cabo en esta semana, propone una negociación absolutamente viable, ya que sus propuestas son razonables como cualquier observador imparcial puede darse cuenta. Juzguen los lectores por sí mismos: 1) Respetar la soberanía de todos los países: «La soberanía, la independencia y la integridad territorial de todos los países deben ser defendidas de manera efectiva», señala el documento; 2)Abandonar la mentalidad de Guerra Fría, donde se pide que «la seguridad de un país no debe buscarse a expensas de otros»; 3) Un cese al fuego de ambas partes para «evitar que la crisis se deteriore aún más o incluso que se salga de control»; 4) Reanudar las conversaciones de paz pues, dicen, «el diálogo y la negociación son la única solución viable a la crisis de Ucrania»; 5) Resolver la crisis humanitaria: en este punto, China aboga por «la seguridad de los civiles debe protegerse de manera efectiva y deben establecerse corredores humanitarios para la evacuación de civiles de las zonas de conflicto»; 6) Protección de civiles y prisioneros de guerra: «Las partes en conflicto deben cumplir estrictamente el derecho internacional humanitario, evitar atacar a civiles o instalaciones civiles, proteger a mujeres, niños y otras víctimas del conflicto y respetar los derechos básicos de los prisioneros de guerra», se indica en el plan; 7) Mantener seguras las centrales nucleares: «China se opone a los ataques armados contra plantas de energía nuclear u otras instalaciones nucleares pacíficas, y pide a todas las partes que cumplan con el derecho internacional, incluida la Convención sobre Seguridad Nuclear (CNS), y eviten resueltamente los accidentes nucleares provocados por el hombre», dice la propuesta; 8) No usar armas nucleares: «Se debe prevenir la proliferación nuclear y evitar la crisis nuclear», dice la propuesta. China añadió su oposición a la investigación, el desarrollo y el uso de armas químicas y biológicas «por parte de cualquier país bajo cualquier circunstancia», según afirma el documento; 9) Facilitar las exportaciones de cereales: para lograr este objetivo, China propone que «todas las partes implementen la Iniciativa de Granos del Mar Negro firmada por Rusia, Turquía, Ucrania y la ONU de manera completa y efectiva de manera equilibrada»; 10) Detener las sanciones unilaterales: El plan considera que este tipo de medidas «solo crean nuevos problemas» en el terreno; 11) Mantener estables las cadenas industriales y de suministro, y «oponerse al uso de la economía mundial como herramienta o arma con fines políticos». Y finalmente el punto 12) Promoción de la reconstrucción posconflicto, algo absolutamente inobjetable.

Sin embargo, a pesar de que según la noticia de la BBC Ucrania calificó al Plan como “una buena señal” las reacciones occidentales van desde el escepticismo de Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea quien dijo que para la UE China “ha tomado partido” (cuando el primer punto se refiere a que la soberanía, independencia e integridad territorial de todos los países debe ser respetado: ¿a quién cree Von der Leyen que se refiere China? ¿a Rusia? ¡Agregando que no le parecía que fuera un plan de paz! Por su parte Jens Stoltenberg, el Secretario General de la OTAN indicó – siempre según la BBC – que China no tenía credibilidad porque no había condenado la invasión ilegal de Ucrania: ¿Y cómo diantres pretende ese otro señor que Beijing se presente como mediador si toma partido contra Rusia condenando la invasión? Cualquier estudiante de relaciones internacionales sabe que un mediador debe siempre ser un sujeto neutral. En cuanto a Estados Unidos tanto el Secretario de Estado Antony Blinken como el muy conocido asesor de seguridad nacional Jake Sullivan ambos manifestaron su “escepticismo”. Este último, en declaraciones a CNN – más claras que las dadas por la señora Van der Leyen – dijo que para él bastaba que se respetara la soberanía ucraniana para que terminara la guerra añadiendo que “…podría terminar mañana si Rusia deja de atacar a Ucrania y retira sus fuerzas”.

No obstante, en esas declaraciones el señor Sullivan hace “como que no entiende bien las cosas” para confundir deliberadamente a CNN porque al leer el segundo punto de China (el primero es una clara concesión a los occidentales) cualquier persona entiende que abandonar la “mentalidad de guerra fría” para estos últimos significaría que “la seguridad de un país no debe buscarse a expensas de otros», es decir, comprender que la causa principal de la guerra es el intento de Estados Unidos y de la OTAN para incorporar a Ucrania en la Alianza Atlántica y que si se quiere terminar con la guerra antes hay que poner fin a esa mentalidad de búsqueda de enemigos para mantener una ilusoria hegemonía mundial. Y además entender que en su lugar habría que elaborar una doctrina de seguridad común ( global o compartida, el término es lo de menos) pero que se preocupe por lo que pasa en el planeta entero comenzando por la problemática de la desigualdad social y la concentración de la riqueza pero, sobre todo, en estos tiempos en que una de las principales amenazas para la humanidad – que incluso podrían llevar a la extinción de nuestra especie – es la crisis climática lo que habría que hacer es tomar en serio los compromisos asumidos en la COP21 de París así como en las posteriores conferencias y buscar los medios para su cumplimiento como constantemente lo pide Greta Thumberg la joven activista sueca. Al igual que los ODS y la Agenda 2030 de Naciones Unidas, por lo menos. Pero hemos dicho que esa es una de las principales amenazas. La otra es el riesgo de una tercera guerra mundial que todos sufrimos debido precisamente a esa obcecación de Washington con la supremacía mundial cuando es evidente que ya vivimos en un sistema internacional multipolar y que se debería respetar el lugar que potencias como China o Rusia ocupan en él, entre otras.

Llegados a este punto habría que preguntarse ¿Qué tiene que hacer la Alianza Atlántica en las riberas del Mar Negro? ¡Si ya tienen a Turquía en la OTAN! Por supuesto, que el presidente turco no se sienta muy cómodo en una alianza militar cuyo patrón principal es Washington y que este no le haya podido advertir del golpe de estado que un opositor (exiliado en Estados Unidos) organizaba hace algunos años es algo que seguramente le molestó bastante, pero ese es otro tema. Aunque posiblemente a eso se deba que el presidente Erdogan se ofreció como mediador desde el principio de la guerra el año pasado, en negociaciones que todos sabemos que fracasaron (menos la de los cereales) porque a americanos y europeos les pareció que era mejor apostar al triunfo de Kiev con armamento convencional (enviando armas y toda clase de asistencia militar incluyendo información de inteligencia, asesores, etc.) que negociando la paz. Moscú se proponía esencialmente obtener un acuerdo de Kiev para evitar su ingreso a la OTAN, no buscaba un “cambio de régimen”, la destrucción del país o la reconstrucción del imperio soviético. Pero las circunstancias han cambiado porque no se pudo negociar un fin rápido del conflicto el año pasado.

Por otra parte y en cuanto a los puntos 5 y 6 del Plan de Paz (resolver la crisis humanitaria y proteger a los civiles y prisioneros de guerra mediante la aplicación del derecho internacional humanitario) habría que decir que una aplicación apropiada del derecho humanitario internacional no consiste en librar órdenes de captura contra el jefe de Estado de una gran potencia nuclear con asiento permanente en el Consejo de Seguridad cuyo cumplimiento es absolutamente imposible. De modo que – independientemente de lo que cada quien pueda pensar acerca de la culpabilidad (o no) en los presuntos crímenes de guerra cometidos por el presidente de Rusia – lo que resulta claro es que acudir al Tribunal Penal Internacional en La Haya viene a ser una burda maniobra de distracción (justo en el momento de la visita de Xi Xinping a Moscú: ¡qué casualidad!) que solo sirve para fines de propaganda y guerra psicológica, ya que la supuesta deportación de niños (¿huérfanos?) o la muerte de sus padres y familias no se va a detener con semejantes aspavientos. La única forma efectiva de hacerlo es cesando las hostilidades, silenciando los fusiles y los cañones. De lo contrario estos crímenes de guerra van a continuar, y no solo cometidos por una de las partes contendientes, pues en las miles de guerras que la humanidad ha padecido desde el origen de los tiempos siempre la responsabilidad ha sido de ambas partes. Por esa razón la búsqueda de la paz – aunque sólo sea silenciando las armas – es fundamental para evitar que se sigan cometiendo atrocidades contra la población civil. Y como cualquiera que tenga dos dedos de frente puede darse cuenta, hay que comprender que Rusia no es comparable ni con Ruanda ni con Serbia. En nuestro próximo artículo continuaremos el análisis de la propuesta mediadora de la República Popular China.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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