Foto: La Hora/AP

La historia universal está plagada de casos que relatan la estrecha relación de personas o sectores con los dictadores y que termina abrupta y groseramente a la menor diferencia porque es un hecho irrefutable que con los tiranos no se puede pactar porque para ellos no existen acuerdos sino únicamente la sumisión absoluta. En determinados momentos sienten que pueden convivir con los déspotas y trabajan de la mano en la medida en que sus particulares intereses no solo no se ven afectados, sino que hasta pueden obtener beneficios; pero al menor roce todo llega a su fin.

Nicaragua es ahora un ejemplo de ello y el periodista Carlos Fernando Chamorro relató con bastante precisión cómo se produjo la alianza entre las diferentes cámaras empresariales con el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, misma que se deterioró a partir de las protestas populares del año 2018 porque no todos cerraron filas como pretendía el régimen. Empezó el acoso y llegaron las capturas hasta que, ayer, por decreto fueron canceladas todas las organizaciones empresariales, esas mismas que al principio callaron ante los abusos del despótico gobierno.

En los gobiernos democráticos puede haber alianzas basadas en la búsqueda de objetivos comunes pero con las dictaduras no existe eso porque el factor esencial que demandan es la absoluta sumisión y que nadie se atreva a formular la menor crítica a la situación existente porque, por ello, será considerado un enemigo peligroso. En el caso de Nicaragua la figura dictatorial no es únicamente la de Daniel Ortega sino que se complementa con la influyente figura de su esposa.

Es muy corriente que quienes están acostumbrados a usar su influencia lleguen a sentir que en un pacto con los tiranos saldrán ganando y hasta piensan que están usándolos mediante esas fórmulas de halago y lisonjas que históricamente han sido muy útiles, pero tarde o temprano se terminan dando cuenta que los usados fueron ellos. Lo peor es que, cuando ese momento llega, no se produce la simple ruptura de relación, sino que literalmente les cae la viga, como está pasando ahora con los empresarios de Nicaragua.

Por ello es tan importante entender qué es una dictadura y cuáles son sus signos manifiestos porque, de lo contrario, se incurre en graves y muy costosos errores que terminan pasando enormes y hasta dolorosas facturas. Con los déspotas, repetimos, no hay negociación posible porque ellos únicamente demandan la más absoluta obediencia y en el momento en que el aliado parece salirse del guacal, usarán todo el poder e influencia para castigarlo.

Redacción La Hora

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