En la fotografía Alejandro Giammattei, Miguel Martínez y María Consuelo Porras. Foto: La Hora

Ayer, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó al ruso Dmitry Kudryakov y la bielorrusa Iryina Litviniuk “por su papel en la explotación minera en Guatemala y su relación con tres empresas señaladas de corrupción”, aplicándoles la Ley Magnitsky y congelando todos sus bienes en Estados Unidos. La empresa matriz, el Grupo de Inversión Solway, dijo que suspendió a los sindicados y que está en comunicación con el Departamento del Tesoro, señalando que no tienen vínculos con Rusia.

El caso tiene una dimensión enorme porque se relaciona directamente con el escándalo de la Alfombra Mágica, como se llamó la investigación sobre el soborno entregado en la casa de Giammattei por rusos vinculados al negocio de la minería y que fue la causa del exilio en el que ahora vive Juan Francisco Sandoval. Cuando en las altas esferas supieron que tras una declaración de testigo se estaba investigando el hecho, la Fiscal General fue instruida para apachar el clavo y empezó por irse a plantar en la FECI para ver todos los expedientes, tratando de destruir lo que pudiera implicar a la pareja presidencial.

Lo demás es historia: aquí no se metió el problema bajo la alfombra sino que se destruyó la alfombra que era el problema y con eso, según Giammattei, Martínez y Consuelo Porras, santos en paz. Pero el asunto no terminó, para su desgracia, porque la justicia que aquí fue silenciada dentro del marco de la impunidad, no se detuvo en Estados Unidos y luego de revisar la situación y ver las pruebas existentes, el Departamento del Tesoro aplicó la ley Magnitsky a algunos de los implicados, quedando otros pendientes de ser alcanzados por ese severo brazo anticorrupción.

Como se vio en el caso de Juan Orlando Hernández, Estados Unidos no actúa contra los presidentes en ejercicio y espera a que dejen el poder para implementar sus acciones. Pero es obvio que la Alfombra rusa no pasó fuera del radar del Departamento del Tesoro y que el caso llegará, en su debido momento, a los tribunales. En otras palabras, aquí pueden enterrar, destruir y negar rotundamente que exista el caso “Alfombra Mágica” y el Ministerio Público jurar y perjurar que fue un invento del New York Times, pero para infortunio de los implicados, desde la Presidencia hasta la Fiscalía General y la nueva FECI, sin duda que en su momento sentirán los pasos de animal grande por la turbulencia internacional generada por esa pesada alfombra que envolvió un millonario soborno.

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