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Desde la elección de la Constituyente en los años ochenta, cuando debutó en nuestro ordenamiento legal el Tribunal Supremo Electoral presidido por Arturo Herbruger, la ciudadanía recobró la confianza en los procesos electorales que fueron tan mancillados durante los fraudes de 1974, 1978 y 1982. Y pese a algún “apagón” o incidentes parecidos, se ha confiado en la administración de las elecciones realizadas desde la llamada apertura democrática, entendiéndose que la elección de cada uno de los presidentes fue resultado de la voluntad popular, aunque tantas veces la misma se haya limitado a escoger al “menos peor”.

La independencia del TSE fue crucial en esa confianza ciudadana, pero la misma se empezó a minar desde el período anterior y en esta ocasión hay certeza de que esa institución, tan respetada en otros tiempos, cayó presa de la captura que del Estado ha hecho el conocido como Pacto de Corruptos que, desde el Congreso y los otros poderes, se ha encargado de asegurar que cada una de las instituciones públicas quede sometida a los intereses que persiguen incrementar los negocios trinqueteros y la impunidad.

El TSE actual se conformó por acciones de una postuladora y del Congreso que fueron seriamente cuestionadas por la ciudadanía debido a deficiencias, entre las que no se puede dejar de mencionar la falsedad material hasta en la calidad profesional de algunos de los seleccionados. Con el TSE anterior, cuando ya se empezó a manifestar la cooptación, se tenía al menos confianza en que mediante el sistema de pesos y contrapesos se limitaba el campo de acciones arbitrarias de la autoridad electoral, pero actualmente no existe ese mecanismo, puesto que todo, absolutamente todo, ha caído bajo el poder de la tremenda dictadura de la corrupción.

Especial preocupación causa la adquisición de programas de cómputo (software) para el manejo de toda la data electoral. Desde el cómputo de los votos hasta el traslado de la información, todo dependerá de ese recurso y por ello es que cualquier compra que se haga tiene que ser objeto de un severo escrutinio y sería muy conveniente que la comunidad de expertos en el área digital pudiera evaluar y certificar la calidad de los programas.

La tecnología es una inmensa ayuda, pero como lo hemos visto en muchos campos, también puede ser mal utilizada o manipulada de forma maliciosa y por ello es que en un país con tantos arreglos bajo la mesa es indispensable que haya un mecanismo serio de verificación de la forma en que se va a realizar el proceso de la información.

Redacción La Hora

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