No es únicamente a Sandra Torres a quien la justicia le sonríe, aunque en este caso es más obvio el proceder derivado de los pactos entre la UNE y el oficialismo. Foto La Hora

El tema de la corrupción ha sido tan molesto que no solo dejó de ser investigado por la institución encargada de la persecución penal, sino también tomó otro rumbo ya en los tribunales en donde, uno a uno, se van cayendo los casos emblemáticos donde varios personajes fueron llevados a juicio con abrumadoras pruebas, las cuales se han ido diluyendo en manos de nuevos fiscales y ya no tienen peso dentro de la carpeta judicial.

No es únicamente a Sandra Torres a quien la justicia le sonríe, aunque en este caso es más obvio el proceder derivado de los pactos entre la UNE y el oficialismo, abundantes y prolijos, basados en acuerdos para garantizar la inscripción de la candidata en la papeleta electoral y la pavimentación de su ruta hacia unos comicios en los que puede ser la eterna segundona rechazada por el electorado, o la seleccionada por el Pacto para ocupar la presidencia en este país sin pies ni cabeza.

Todos los procesos relacionados con actos de corrupción se caracterizaron por acciones dilatorias interpuestas por los mismos sindicados con la finalidad de esperar a la llegada de aquellos “tiempos mejores” cantados por Mario Estrada y sus partidarios. Y la espera valió la pena porque, efectivamente, al cooptar todas las fiscalías, la mafia pudo ir debilitando los casos para facilitar a los juzgadores resoluciones absolutorias que ya han empezado a darse para tranquilidad y alivio de quienes cayeron en el maremoto contra los corruptos del 2015.

Más de siete años llevan varios de los procesos más significativos, especialmente los iniciados contra la entonces Vicepresidenta y el entonces Presidente, pero la larga espera ya empieza a dar frutos que compensan. El plan bien orquestado funcionó a la perfección y nuestro horizonte político se ve ya plagado no solo de figuras que terminaron absueltas, sino también con camino abierto y despejado para el financiamiento electoral, de la manera en que se acostumbró por tanto tiempo, cuando las élites y el crimen organizado se encargaron de llenar el bolsillo de los candidatos.

La justicia llegó a alcanzar momentos totalmente inesperados en un país acostumbrado al doble rasero de la impunidad para el poderoso y el peso de la ley para el resto. Pero eso es historia ya y el colofón está a la vista con un resultado que rescata de los escombros esa tradición que hace intocables a los adinerados para que actúen y se sientan dueños del país, con derecho de alzarse con los recursos de un erario que no les pertenece.

Redacción La Hora

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