El pasado sábado, el alcalde de Jocotenango fue detenido por conducir supuestamente contra la vía y en estado de ebriedad. Foto: La Hora/Captura de pantalla

El incidente ocurrido en Antigua Guatemala entre agentes de la policía de tránsito y el Alcalde de Jocotenango es una clara muestra de los que ocurre cuando el poder se desborda por la ausencia de justicia y exceso de impunidad.  Los videos del incidente son más que ilustrativos, pero lo peor es que el funcionario edil declara que pagará una multa y santos en paz porque nadie le puede probar que estaba ebrio o bajo efectos de alguna sustancia, ya que no se le hizo ninguna prueba. El mensaje que manda a la ciudadanía es que si se escapan y resisten a ser detenidos, lo más que puede ocurrir, aunque hayan cometido serios delitos, es pagar una simple multa.

Y es que no disponemos de una correcta investigación penal porque el Ministerio Público no cumple con sus fines esenciales, sobre todo cuando se trata de abusos cometidos en el ejercicio de un cargo público. El poder desbordado deja a la ciudadanía totalmente sin protección porque impide funcionar al sistema de pesos y contrapesos que es esencial en toda sociedad para impedir toda forma de abuso. Si alguien de manera tan burda y descarada se ríe de las leyes en una cuestión de tránsito, protegido por la inmunidad que ofrece un cargo público, ya nos podemos imaginar cómo actúan todos los que tiene algún poder y están sujetos al control y la fiscalización.

Es cierto que se trata de un Alcalde, pero el hecho es reflejo de la dramática realidad en que vivimos y que hace que todo el que tiene una pizca de poder pueda hacer literalmente micos y pericos, pues sabe que dispone de todos los mecanismos de protección para evadir a la justicia. En un sistema de derecho normal y respetable, los que tienen poder son los primeros llamados a rendir cuentas, porque no se olvida nunca que esa autoridad deviene del pueblo que les eligió. No es que esas autoridades sean puestas por Dios, porque Dios no es ni torpe ni mucho menos perverso y tendría que serlo (y mucho) para ensañarse con un país colocando autoridades de la calaña de las que tenemos en Guatemala.

La receta para el ciudadano, además, es cínica al extremo. Si usted, ciudadano, maneja bolo o bajo efectos de drogas, lo cachan en contra de la vía y lo detiene la policía, la receta es andar armado, echar el carro encima a los policías, insultarlos y escapar a toda velocidad. Con ello evita que le hagan prueba alguna y su castigo será, a lo sumo, una multa.

Redacción La Hora

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