Es indiscutible que un país con los indicadores sociales de Guatemala necesita invertir más en educación y esa premisa resulta indiscutible. Sin embargo, una cosa es gastar más y otra es educar más, lo que nos obliga a poner sobre el tapete el tema de los tan oscuros pactos colectivos que el Ministerio de Educación suscribe periódicamente con la dirigencia del sindicato de maestros, lo que se traduce en incrementos notables en el presupuesto que, lamentablemente, no producen mejora de la calidad educativa porque ese aspecto queda al margen a la hora de discutir los pactos.
Nunca podremos objetar que en el Presupuesto General de la Nación se asigne más dinero a la educación porque la formación de nuestras nuevas generaciones debe ser la piedra angular de la promoción del desarrollo humano. Una población más educada tendrá más oportunidades y podrá generar más riqueza, tanto para su propio beneficio como para el de todo el país. Pero ello no se alcanza simplemente centrando todo en periódicos incrementos salariales a maestros cuyo compromiso adquirido es, tan solo, el de respaldar ciegamente a los gobiernos, por corruptos e incapaces que sean, puesto que lo que se negoció fue a cambio de ese respaldo político.
El presupuesto 2023 es un arca abierta para que sirva en el período electoral dentro de los planes de esa alianza oficialista que tiene el control del Congreso y de toda la institucionalidad del país. Por ello, la marcha de los maestros resultaba de enorme importancia porque respalda la implementación de un modelo de gasto que tiene notorios fines electoreros. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que el magisterio era la vanguardia del ejercicio cívico de la ciudadanía y ejemplo de la vocación de servir, dispuesto a cualquier sacrificio para educar a esos alumnos que están urgidos de una responsable y madura atención.
La disciplinada actitud de los maestros para obedecer las órdenes de su dirigencia sindical debiera plasmarse en el esmero por mejorar la calidad de la enseñanza, esa a la que el Ministerio de Educación hace tanto tiempo que no le pone ninguna atención porque todo se centra en las opacas negociaciones que terminan en sumisión al Sindicato que ofrece, a cambio, apoyo incondicional a los gobiernos corruptos en los momentos críticos.
La educación en Guatemala necesita más de lo que se le ha asignado, pero es absolutamente necesario que ese dinero sea bien invertido para beneficio de la niñez y la juventud que sigue acarreando pobres indicadores en cualquier evaluación sobre nuestra calidad de la enseñanza.