Orgullo, satisfacción y alegría mostró Alejandro Giammattei ante la invitación que recibió para asistir a una cena que Joe Biden ofreció en Nueva York a los jefes de Estado participantes de la Asamblea General de Naciones Unidas. No pudo ocultar su sentimiento al momento de la fotografía y lució una sonrisa de oreja a oreja que, por cierto, rara vez se puede apreciar en el rostro del generalmente adusto del gobernante. Y no es para menos, porque durante su periplo por Estados Unidos, y hablando ante posibles inversionistas, se quejó del maltrato y desprecio que ha recibido de las autoridades de ese país, pero todo queda atrás y en el olvido porque, por lo menos, tuvo oportunidad de tomarse una foto junto a Biden y su esposa.
Atrás parecen haber quedado los días en que habló ante conservadores norteamericanos sobre su decisión de expulsar a USAID o cuando ofreció armar su “lista del zopilote” en respuesta a la que elabora el Departamento de Estado con los personajes corruptos de otros países. El pleito y los desencuentros no llegaron a ser tan graves como para rechazar una invitación para compartir con otros Jefes de Estado y tener la oportunidad, por lo menos, de tomarse una foto con el Presidente de los Estados Unidos, ese individuo al que tildan de “chairo”, para decir lo menos.
El interés de Giammattei por establecer una buena relación con Estados Unidos y especialmente con el Presidente Biden ha sido evidente. Su visita a Ucrania, pese a las amistades que cultivó con los remitentes de aquella alfombra mágica rusa, que terminó desapareciendo en alguna gaveta del Ministerio Público, fue un gesto que tendía un puente muy directo hacia la mejora de las relaciones con Estados Unidos. Posteriormente, cuando tras la visita de Nancy Pelosi a Taiwán se tensaron las relaciones con China, Guatemala se adelantó a manifestar su apoyo al territorio que le ha sufragado el cabildeo con las huestes trumpistas de Washington.
Y es que debemos entender que el período de Giammattei termina antes de que finalice el de Biden y que, pase lo que pase en las elecciones de medio año, la política exterior norteamericana será dictada por la actual administración, por lo que mantener un pleito abierto con la cocinera, como se dice coloquialmente, resulta no solo absurdo sino además torpe.
Es bueno ver contento al gobernante de Guatemala y riendo con plena alegría y satisfacción. No ocurre muy seguido porque hasta cuando cuenta un chiste su sonrisa es apretada y forzada, pero en la cena de Nueva York se rio, como nunca, con total plenitud.