Apenas podía distinguirse su rostro en la única foto que de él tenían sus padres cuando fueron a recibir su cuerpo al ser repatriado desde Texas, donde encontró la muerte junto a otros 20 guatemaltecos encerrados en un furgón. Pascual Melvin Guachic Sipac era un niño de 13 años y su padre se había esmerado por ofrecerle educación básica, pese a lo cual hablaba poco español, pero tenía ansias de superación, por lo que le dijo a sus progenitores que quería irse a estudiar y vivir en Estados Unidos para concretar el llamado sueño americano, ese que ha permitido a tantas familias de Nahualá mejorar su calidad de vida gracias a las remesas que reciben mensualmente.
¡Un niño de 13 años! Si recapacitamos sobre su caso veremos desde cuándo nuestra gente se percata de su condena a la miseria en un sistema que no ofrece ni siquiera educación, no digamos oportunidades para la superación. Pidió a su padre que le ayudara a irse del país, dejando a su familia y su patria, soñando con seguir el ejemplo de millones de guatemaltecos que han tenido que emigrar por las mismas razones que le impulsaron a él y a quienes ha favorecido la fortuna recompensando con trabajo decente y mejor pagado todo el esfuerzo y los riesgos de la migración.
Pascual Melvin es el vivo rostro de la desesperación que lleva a tantos a dejar a sus familias. Al leer el libro “Migrante” de Marcos Antil, quien también jovencito emprendió el viaje solo, aunque en su caso era para reunirse con sus padres, uno se da cuenta de lo que significa ese despegarse del terruño que se ha convertido en pesadilla para tanta gente que languidece por el olvido de toda una sociedad que no repara ni se preocupa por lo que ocurre con ese abandono que les priva de salud, de educación de calidad, de alimentación adecuada, no digamos de ilusión y esperanza en el futuro. Gente que viendo a su alrededor entiende que aquí quien nace pobre está condenado a morir pobre, situación de la que se salvan aquellos que emigran siguiendo el ejemplo de millones de chapines que son mano de obra apreciada y bien pagada en Estados Unidos.
Y eso lo logran pese a su falta de formación, situación que compensan con esa dedicación y empeño que le ponen al oficio que se les ponga, que ejecuten sin respingos ni descanso.
Pascual Melvin era el rostro de esa angustia e ilusión hasta que, abandonado por el Coyote, se asfixió en un furgón.