El personal del Hospital General San Juan de Dios sigue atendiendo a la población a pesar de las dificultades. Foto La Hora/archivo

Ayer médicos residentes del Hospital General San Juan de Dios anunciaron una protesta por el abandono existente en cuanto a la provisión de suministros indispensables para la realización del trabajo que hacen tratando de salvar vidas. El deterioro de la administración pública es tan evidente que se puede observar no sólo en el sistema hospitalario y esa ineficiencia para proveer insumos sino en la forma en que la pandemia provocó el colapso del sistema educativo porque no se aprovechó la ausencia de los alumnos y maestros para dar mantenimiento a los edificios escolares sino que fueron totalmente abandonados, al punto de que hay miles de escuelas que no pueden ahora atender a los alumnos.

Pero resulta que el director del Hospital General, sin duda influido por sus superiores en el Ministerio y en el Ejecutivo, asusta con el petate del muerto a los médicos residentes al decirles que no se dejen utilizar por “terceros que podrían tener intereses espurios, incluso políticos”, frase que parece redactada por el vocero de la presidencia dentro de la nueva estrategia de presentar como enemigo ya no sólo del régimen sino de la democracia a cualquiera que formule la menor crítica al gobierno evidentemente inútil de Giammattei.

¿Cuánto no daría el Director del San Juan de Dios y el vocero presidencial porque todos los servidores públicos fueran como los seguidores de Joviel que no sólo no protestan sino que aplauden a los corruptos? Jamás podrán ponerse en los zapatos de esos jóvenes médicos que tienen que hacer verdaderos milagros para atender pacientes y salvar vidas debido a las terribles carencias de un sistema de salud que no está hecho para atender a la población sino para enriquecer a los proveedores y a los encargados de las compras. Hace muchos años que a Salud llegan únicamente los que saben cómo hacer negocios, área en la que desafortunadamente muchos médicos que reciben comisiones de los laboratorios se han especializado y por lo tanto no les resulta difícil operar dentro de los esquemas oficiales de corrupción.

Ojalá los médicos residentes mantengan esa vocación de servicio que les lleva a protestar indignados por el abandono en que se pone al sistema hospitalario y no terminen como los maestros que, luego de haber sido punta de lanza del civismo a lo largo de nuestra historia, terminaron siendo la mejor cuña de la corrupción porque están prestos para asistir a cualquier marcha que se les indique para respaldar no sólo al títere de turno en Educación, sino a cualquier gobernante que se embolse todo el dinero que debiera ser invertido para beneficio de la población.

Redacción La Hora

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