El presidente Alejandro Giammattei participó ayer en la reunión de diálogo y "sorteó", lanzando una moneda al aire, dónde sería el próximo encuentro del añejo conflicto entre Nahualá y Santa Catarina Ixtahuacán. Foto. Flick Gobierno.

No deja de ser alegórico que Giammattei pidiera una moneda, aunque esta vez haya sido para realizar un sorteo lanzándola al aire a fin de que la suerte decidiera dónde sería el próximo show presidencial respecto al añejo conflicto entre Nahualá y Santa Catarina Ixtahuacán. Y decimos que show presidencial porque para resolver ese ancestral problema hace más que la vacía palabrería de nuestro gobernante, partiendo de que lo primero es entender a fondo las raíces generadoras de los enfrentamientos y las circunstancias que en el momento actual afloran para hacer más difícil y violenta la situación.

Con la mentalidad del encomendero que llega a ofrecer una recompensa mucho mayor que la que están ofreciendo por los acusados, entre los cuales hay uno que vive en Estados Unidos desde hace 11 años, Giammattei ha tomado las riendas de la “mediación” y ya todos conocemos su forma de tratar a los indígenas y en la última cadena nacional dejó ver el conocimiento apenas superficial que tiene de lo que está ocurriendo desde hace muchísimos años y que se ha complicado por la incapacidad del Estado para ofrecer soluciones basadas en ley, más allá de lo que pueda significar una moneda volada al aire.

Giammattei es de los que cree firmemente aquello de que al rústico a palos y él considera como tales a los que no son de su importada estirpe. La mediación es un trabajo sumamente complejo y difícil que no puede realizarse sin que exista capacidad de ser empático con las partes involucradas en un conflicto, entendiendo tanto lo que está ocurriendo ahora como lo que pasó antes que generó las diferencias. Y sobre todo se requiere de paciencia porque mientras más encontradas las posiciones más lentos los avances que únicamente son posibles cuando quien está mediando tiene el talento y la capacidad para empezar por los escasos puntos en común para ir construyendo, a partir de ellos, un gran acuerdo que devuelva la paz. Tener el talento para escuchar es fundamental en cualquier trabajo que se haga para dirimir conflictos y eso no entra en la lista de cualidades del gobernante que tras un par de minutos explota y quiere imponer su punto de vista.

En otras palabras, el gesto de pedir la moneda, pelona y no envuelta en alfombra alguna, es un signo de cómo se producirá el “diálogo” bajo la directa mediación suya. Cara o cruz, dependiendo del talante con el que amanezca el mediador, decidirá qué le parece bien y qué manda al diablo por considerar insubstancial o pérdida de tiempo, aunque las partes estén abordando la esencia misma del problema.

Redacción La Hora

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